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hoy y mañana - DSpace CEU

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trarme en este momento es nada menos que uno de los príncipes de la<br />

patria perfumería, el distinguido fabricante de agua de Colonia y eminente<br />

espiritista Nicodemus Fernández!<br />

— Así es la verdad; ¿pero quién os ha dado tales informes de mi persona?<br />

¿Sois por ventura espiritista?<br />

—No, señor, soy simplemente maestro de ceremonias de este hotel, y<br />

cuando hay un banquete me informo de los nombres, apellidos, títulos y<br />

demás circunstancias de los convidados para anunciarles en debida forma.<br />

Además, he sido elegido por el señor diputado para presidir y representar<br />

su persona en el banquete si no se hallaba aquí á la hora señalada,<br />

y como debo ocuparme en los brindis de todos y cada uno de los<br />

electores, he repasado un rato los anuarios estadísticos.<br />

—Esta señora—dijo el fabricante, señalando á doña Ruperta—es la<br />

madre del nuevo diputado.<br />

—Lo sospechaba—contestó el maestro de ceremonias;—su hijo me dijo<br />

que la esperaba, y por cierto que sentía mucho no poder salir á recibirla.<br />

Doña Ruperta, que estaba asombrada con la presencia de aquel hombre<br />

y sin comprender una sola palabra de las que le había oído cambiar<br />

con el fabricante, se alzó de su asiento al oir hablar de su hijo y exclamó:<br />

—¡Que no podía salir á recibirme! ¿Conque, según eso, sabía que yo<br />

llegaba?<br />

—Sí, señora; pero tenía precisión de hacer un viaje, que según parece<br />

le traía mucha cuenta, y yo mismo le aconsejé, á instancia suya, se entiende,<br />

que no fuera á recibiros, aunque le indiqué que el establecimiento<br />

lo haría en su nombre.<br />

—¡Es decir, que mi hijo no está en Madrid!<br />

—Supongo que no, porque si estuviera habría venido á presidir el<br />

banquete.<br />

—En ese caso no me queda duda de que ha ido á Extremadura á buscarme.<br />

¡Pobre Venancio! Yo me tengo la culpa por no haberle avisado con<br />

más anticipación mi salida.<br />

—Me parece que os engañáis—repuso el maestro de ceremonias;—el<br />

viaje de que vuestro hijo me habló era mucho más largo. Según me dijo,<br />

iba á Laponia.<br />

—¿Adonde?—preguntó doña Ruperta con extrañeza.<br />

—A Laponia; al cabo Norte de Europa.<br />

—¡Caballero! —gritó la señora extremeña,—ó usted no conoce á mi hijo<br />

y habla de otro huésped, ó quiere burlarse de mí. Mi hijo no ha podido<br />

salir de Madrid sino á buscar á su madre. Y ahora mismo —añadió dirigiéndose<br />

á sus criados—nos volvemos á Badajoz.<br />

—¡Qué disparate!—exclamó el fabricante.—Os cruzaréis en el camino

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