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hoy y mañana - DSpace CEU

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qué claso de gobierno les rige, habiéndoles cogido en flagrante delito<br />

electoral. Ya habrá visto que se trata de un elector muy sobre sí y de un<br />

candidato muy por debajo de sí mismo, y que ambos son partes íntegramente<br />

constituyentes del sistema representativo; y aun si añadimos que<br />

el sistema está en su último período, ó como diría un alumno de medicina,<br />

en el tercer grado de tisis, también es verdad.<br />

Lo que no estará de más decirle, es que el elector es hombre de cuarenta<br />

años cumplidos y el que aspira á ser elegido apenas llega á los<br />

veinticuatro.<br />

Este último no vuelve á insistir después de escuchar las últimas palabras<br />

del primero, y sacando del bolsillo un librito del mismo tamaño<br />

y forma que los antiguos de fumar, repasa sus hojas, y arrancando una de<br />

ellas se la entrega al elector; el cual, después de examinarla al revés y al<br />

derecho y aun al trasluz, dice:<br />

—Os sobran diez con veinticinco.<br />

Y sacando otro librillo enteramente igual al del candidato, con la sola<br />

diferencia de que aquél tenía las hojas verdes y éste las tiene amarillas,<br />

y arrancando una de ellas, se la entrega diciéndole:<br />

—Ya estamos en paz; ahora extenderemos la escritura de compromiso.<br />

—¿Qué Banco es este?—pregunta el candidato, acercándose á los ojos<br />

el microscópico talón que acaba de recibir.<br />

—¿Cuál ha de ser? El nuestro; el de los fabricantes de agua legítima do<br />

Colonia.<br />

—Pero decidme, buen hombre, ese Banco ¿no se llama Banco de los<br />

perfumistas?<br />

—No, señor, que no se llama tal. Eso era cuando por perfumería se<br />

entendía todo lo que tenía perfume, como el jabón y los aceites de olor,<br />

y lo que no tenía olor alguno, como los cepillos, los peines, las esponjas<br />

y otra porción de objetos que al perfumista se le antojaba colocar en el<br />

escaparate de su tienda. Así estaban aquellas dichosas perfumerías, donde<br />

pretendiendo entender de todo no entendían de nada. Ahora no sólo se<br />

han separado, como era justo, los objetos que huelen de los que no tienen<br />

olor alguno, sino que, como era justo también, se han separado entre sí<br />

los perfumes y de consiguiente los perfumistas. Y me parece imposible<br />

que aspiréis á representar en el Parlamento uno de los barrios más importantes<br />

del comercio de Venus, como <strong>hoy</strong> se llama el de objetos de tocador,<br />

y no hayáis estudiado el ramo de perfumería para comprender las<br />

ventajas que el aislamiento produce en esta materia y cómo los aceites<br />

conservan sus principios fijos cuando no tienen al lado de sí el mal ejemplo<br />

de las aguas espirituosas, cuyos principios se volatilizan con tanta fa-

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