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hoy y mañana - DSpace CEU

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la en la boca, salieron á la calle atravesando una extensa galería de cristales,<br />

en la cual creyeron morir asfixiados los pobres lugareños.<br />

Cuando hubieron abandonado aquel verdadero horno de vidrio, el<br />

práctico les dijo sonriendo;<br />

—¿Qué tal? ¿Hacía calor ahí dentro?<br />

—Yo creí que me ahogaba—repuso doña Kuperta;—eso es el infierno.<br />

—No, señora; es la alcoba transpiratoria. Si hubierais estado en ella<br />

dos minutos, habríais roto á sudar hasta por los ojos. He querido pasaros<br />

por ella porque es uno de los departamentos más notables de este edificio.<br />

Ahora estaba poco concurrida porque casi todos los parroquianos<br />

están bebiendo, y otros no han salido aún de los teatros y de los clubs;<br />

pero un poco más tarde no se puede transitar por ella, y entonces es<br />

mucho más elevada la temperatura.<br />

—Será cosa de ahogarse—dijo doña Ruperta.<br />

—No tanto—repuso el práctico,—porque el calor es húmedo y al instante<br />

produce la transpiración. Me parece, no quisiera engañarme, que<br />

está calculado á taza de agua por minuto lo que se suda en esa alcoba.<br />

Así hay muchas personas constipadas que beben quince tazas de flor de<br />

malva, están un cuarto de hora en la alcoba y ya quedan en disposición<br />

de beber otras tantas. Esa dependencia y la taza de flores cordiales—<br />

añadió el práctico—son las verdaderas maravillas del establecimiento.<br />

—¿Pues qué tiene de particular esa taza?—preguntó doña Ruperta.—<br />

¿No es de china como la que me han dado á mí para la salvia?<br />

—No, señora—repuso el práctico riendo.—En la taza de que yo hablo<br />

caben al pie de quinientas personas, más bien más que menos.<br />

—¿Dentro de la taza?<br />

—Sí, señora, porque la taza es un gran salón ovalado, por cuyas paredes,<br />

lo mismo que por el pavimento y el techo, sale en menuda lluvia<br />

de polvo el agua de las flores cordiales, y sin querer la beben y la sudan<br />

á la vez los que la necesitan.<br />

—¿Y salen á la calle las gentes después de tanto sudar?<br />

—Algunos tienen miedo de hacerlo, lo cual es una verdadera aprensión,<br />

y por los tubos de conservación que están hábilmente dispuestos<br />

y comunican con los dormitorios higiénicos, van á ocupar una cama por<br />

dos horas ó tres ó toda la noche.<br />

—Será digno de verse todo eso—dijo doña Ruperta.<br />

—¿Queréis volver á entrar y lo veréis todo?<br />

— No, señor, ahora no; pero cuando venga mi Venancio le he de decir<br />

que me traiga aquí despacio, porque á mí me gusta mucho enterarme<br />

bien de lo que veo. Y á propósito—añadió doña Ruperta alzando los ojos<br />

al cielo,—¿qué son esas luces de color que se ven allá arriba?<br />

TOMO III 17

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