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hoy y mañana - DSpace CEU

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han desaparecido las antesalas de los ministerios, las groserías de los<br />

porteros y las horas de audiencia que daban á los funcionarios del Estado<br />

un aire de monumentos públicos ó de sibilas romanas.<br />

Como no hay pretendientes que con la esperanza de alcanzar un destino<br />

pongan á rédito diez horas diarias de tiempo perdido por espacio de<br />

seis meses ó un año, sino personas que van á saber el estado de sus negocios,<br />

se las recibe á todas horas, no se les pone mala cara, ni se les<br />

pide carta de recomendación y se les entera de lo que desean saber, como<br />

se hacía en los antiguos despachos de diligencias con los que iban á preguntar<br />

el precio de los asientos ó la hora de llegada y salida de los coches.<br />

No hay cesantías ni viudedades ni jubilaciones, porque el Estado no<br />

se entretiene en ir haciendo economías ni ahorros á nadie, sino que todos<br />

los destinos están capitalizados, y el empleado es como un industrial<br />

cualquiera que tiene la posición social del capital que representa su empleo.<br />

La indemnización que recibe cuando sin causa legítima es separado<br />

de su destino representa con creces la cesantía; y en cuanto á la jubilación<br />

ó la viudedad ó las orfandades, dependen de la sociedad de seguros<br />

sobre la vida en que se halle inscrito.<br />

Si cuando llega á viejo se ha comido todo el capital, se muere de hambre,<br />

y su familia se la busca como puede, si él no había tenido la previsión<br />

de asegurarles el rancho en alguna de las sociedades indicadas.<br />

Y hasta tal punto es cierto que el empleado se considera como los industriales<br />

y los capitalistas, que es tan dueño de enajenar su destino<br />

como el comerciante de traspasar su tienda ó el propietario de vender<br />

una finca. No hay más diferencia sino que en vez de acudir al registro<br />

de hipotecas para que tomen razón del traspaso, pasa un oficio al jefe de<br />

la dependencia, diciénclole, en papel de sello suficiente al efecto, que ha<br />

vendido su empleo á tal cual persona. Como, después de todo, si el comprador<br />

no es apto para el desempeño del destino, el contratista puede<br />

despedirle, lejos de perder ha ganado una vacante, y el Estado se ha utilizado<br />

del valor del sello en que se dio el aviso.<br />

Lo mismo que hace el gobierno hace el municipio, y por eso las personas<br />

que se ven en las calles cuidando de la observancia do los reglamentos<br />

de policía urbana, del decoro público y de otras exigencias de la<br />

civilización no son agentes directos de la autoridad, sino dependientes<br />

de los contratistas que en pública subasta remataron esos servicios.<br />

Así se ha acabado con la empleomanía, hasta el punto de que es mucho<br />

más frecuente ver en estos tiempos de MAÑANA anuncios diciendo que<br />

se necesitan oficiales de ministerio y de dirección, que lo es HOY á la<br />

puerta de los talleres el consabido cartelito que dice: Se necesitan oficiales<br />

de ambos sexos que sepan el oficio.

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