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hoy y mañana - DSpace CEU

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que una joven soltera se viene sola con una criada al cuarto de un hombre<br />

soltero! ¡Y esa mujer tiene madre! ¡Tal para cual! ¡Buen par de bribonas<br />

serán la una y la otra!»<br />

Esto se hubiera dicho y esto se decía á medida que le iba pasando el<br />

aturdimiento; pero Safo estuvo tan oportuna, tan discreta, tan verdaderamente<br />

inspirada por el amor, que ganaba terreno por momentos en el<br />

corazón de la pobre señora; á la cual tenía como magnetizada la hermosura<br />

natural y la artificial (que le parecía una misma) de aquella joven,<br />

su fácil palabra, sus delicadas maneras y hasta el rubor con que bajaba<br />

sus ojos cada vez que se encontraban con los de Venancio.<br />

La situación de este era la más violenta y angustiada.<br />

Siempre que abría los labios Safo, abría él maquinalmente los suyos,<br />

como si quisiera recoger cualquier palabra que pudiese causar disgusto á<br />

su madre; ensanchaba la vista como diciendo «Basta,» y hubiese dado lo<br />

que le hubieran pedido por cortar aquella entrevista y tener tiempo de<br />

preparar el terreno en ambos campos antes de una nueva visita. Temía<br />

que Safo hablase de la carta que vendió al Boletín de antigüedades; no<br />

le llegaba la ropa al cuerpo al pensar en que pudiera contar sus ejercicios<br />

gimnásticos, y todo lo veía perdido si se descubría lo del viaje á Laponia.<br />

Afortunadamente, así lo creyó al principio Venancio, vino á interrumpir<br />

la conversación la'presencia de un nuevo personaje.<br />

Nicodemus Fernández, el fabricante de agua de Colonia, sin aguardar<br />

á que el criado le anunciase y de sopetón, abrió la puerta, dio un apretón<br />

de manos á Venancio, una cabezada á Safo, y encarándose con doña<br />

Ruperta le dijo:<br />

—¿Qué tal, señora, os va gustando la corte?<br />

—Mucho; sí, señor, me gusta mucho—contestó la pobre señora con un<br />

aire de profandis que indicaba que sentía todo lo contrario, y que si lo<br />

que había visto le había gustado poco, lo que estaba viendo le iba gustando<br />

menos.<br />

—Yo digo la verdad—replicó el fabricante:—á fuerza de oir á los forasteros<br />

decir que esto es bueno, me va pareciendo que no es tan malo como<br />

se cree; pero la verdad es que estamos muy atrasados.<br />

—Muchísimo—replicó Safo;—en algunas cosas, en vez de adelantar,<br />

cada día vamos á menos. En filosofía, por ejemplo, estamos en la infancia.<br />

No parece sino que Aristóteles, Bacón, Descartes y los demás filósofos<br />

antiguos lo dejaron todo hecho de manera que <strong>hoy</strong> debamos contentarnos<br />

con saber lo que ellos dijeron, que para nada nos sirve.<br />

Doña Ruperta miró con verdadera extrañeza á la joven poetisa, y Venancio<br />

oyó con espanto las palabras de la una y vio con miedo la mirada<br />

de la otra. El fabricante de agua de Colonia, por el contrario, se frotó las

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