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hoy y mañana - DSpace CEU

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Así pensaba el hidalgo extremeño mientras el ferrocarril le acercaba<br />

á la plaza de los toros, que veía por primera vez; y aunque de buena<br />

gana hubiese doblado la pierna á lo calesero para que sobre su rodilla<br />

saltara el ídolo de su amor al apearse del calesín, no consentía tanta semejanza<br />

con lo antiguo la locomoción moderna, y hubo de contentarse<br />

con darle el brazo, por haberse anticipado á hacer otro tanto con doña<br />

Ruperta el fabricante de agua de Colonia. Y acosados por una porción de<br />

gentes que les ofrecían billetes ó les proponían la reventa del que llevaban<br />

para su uso, preguntándoles si querían vender media corrida ó dos<br />

toros ó el primero ó el último, llegaron al palco, donde el acomodador<br />

les preguntó qué clase de asientos querían, y les trajo al punto los que le<br />

pidieron. Ofrecióles en seguida el programa de la función, los retratos de<br />

los lidiadores, cinta iguálala de las divisas, estados en blanco para apuntar<br />

las suertes, cigarros de la misma fábrica que los que el duque Tal...., y<br />

le nombró, había echado en la anterior corrida al primer espada, y tantas<br />

otras cosas que les dejó aturdidos. Y como el fabricante de agua de Colonia,<br />

deseando echarle de allí, le dijese que tenían de sobra de todo lo que<br />

les ofrecía, el acomodador le replicó que si quería venderle lo que le sobrase<br />

también se lo compraba, porque era hombre que hacía á pluma y á<br />

pelo en negocios mercantiles. Contestáronle que ni vendían ni compraban<br />

y que les dejase en paz, á tiempo que una mitad de caballería andaba en<br />

guerra con las gentes para despejar la plaza.<br />

Pero no eran soldados del ejército aquellos jinetes, sino comparsas de<br />

la compañía vestidos á la usanza militar del siglo xvn, ni más ni menos<br />

que los alguaciles, que tampoco tenían oficio, sino simplemente el traje<br />

de tales. Porque aunque este detalle del despejo, como todos los demás<br />

accesorios que formaban parte del espectáculo, se han conservado para<br />

no defraudar el divertimiento del público, no tiene en él intervención alguna<br />

la autoridad ni menos el ejército. Y tanto es así, que aunque se ha<br />

conservado el palco de la presidencia en todas las plazas de toros, no preside<br />

las corridas ni dirige la lidia el gobernador civil ni el alcalde constitucional,<br />

sino un aficionado cualquiera; el cual es nombrado á pluralidad<br />

de votos, una hora antes de empezarse la función, por todas las personas<br />

que tienen gusto de acudir á la elección, que se verifica en la misma<br />

plaza.<br />

El presidente electo tiene las mismas atribuciones que tenía la autoridad,<br />

sólo que hay un jurado de cinco inteligentes, nombrado del mismo<br />

modo, con el cual se asesora, si quiere, y es el mismo que le residencia<br />

después si ha cometido alguna barbaridad.<br />

En el paseo de los toreros, precedido de los alguaciles, no advirtió Venancio<br />

más novedad que la de los retratos de los toros, de tamaño natu-

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