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hoy y mañana - DSpace CEU

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Esto hacen los individuos de la Sociedad económica del Tiempo; pero<br />

corno Venancio no pertenece á esa sociedad, sino que, por el contrario, ha<br />

nacido y está criado en un país donde ese capital se malgasta y so derrocha<br />

con verdadero despilfarro, es lo que se llama un hijo pródigo del<br />

tiempo, al cual se le pasan los minutos y las horas pensando hacer mucho<br />

y sin hacer nada, como se le habrían pasado los años y los siglos si<br />

los hubiera tenido á su disposición.<br />

Créeme, lector, que si el sol hubiese estado obligado á pedir permiso<br />

al joven extremeño para venir á alumbrar la tierra ó ésta para pasar por<br />

delante del sol, se habrían pasado muchos días sin que amaneciese.<br />

No es así, por fortuna de la humanidad que está tocando á las puertas<br />

del siglo xx; y por eso, mientras él había perdido el tiempo en alzar los<br />

brazos al cielo, como si en el aire hubiera do atrapar el consejo que debía<br />

buscar dentro de sí propio, el maestro de ceremonias del hotel había redactado<br />

el programa del banquete electoral y se presentaba á solicitar la<br />

aprobación de su obra en el aposento 1.684.<br />

Es el maestro de ceremonias un hombre que, lejos de poder excusar<br />

con su obesidad la omisión de algunas cortesías y genuflexiones, se halla<br />

tan enjuto de carnes y tan apergaminado que puede doblar el espinazo<br />

hasta meter la cabeza entre los talones sin perder tierra, y sabe hacer tales<br />

quiebros y tales contorsiones con todo su cuerpo, que causa envidia á<br />

los demás funcionarios de su clase, y en los tiempos de la antigua etiqueta<br />

cortesana habría sido requerido por muchos soberanos para confiarle<br />

el espinoso cargo de introductor de embajadores.<br />

Tan enjuto como es de cuerpo lo es de rostro, y sus facciones tienen<br />

la misma movilidad que su espinazo.<br />

Frunce el ceño hasta dejar la frente una pulgada á retaguardia de las<br />

cejas; arquea éstas hasta hacer unas veces la línea horizontal y otras el<br />

arco agudo de la ojiva; pliega y despliega los labios con una coquetería<br />

inimitable; saca y mete la barba como un salmonete; tiñe y destiñe las<br />

mejillas con rapidez increíble, y por último eriza el cabello cuando viene<br />

al caso como si le pasaran por la cabeza una corriente eléctrica.<br />

La cortesía que hace al ver á Venancio no es de las de primer grado<br />

ni tampoco de las últimas; pero como el hidalgo extremeño no ha visto<br />

nunca un espinazo tan flexible, dobla á su vez el suyo cuanto puede para<br />

corresponder dignamente á aquella atención; á cuya inusitada devolución<br />

de etiqueta cierra los ojos el maestro de ceremonias, tuerce la cabeza<br />

hasta echar la barba sobre el hombro izquierdo y lleva las manos al pecho,<br />

como diciendo: Domine, non sum dignus ut remitas salutationem<br />

meam.<br />

Y no lo es en efecto, porque lo mismo en el Hotel Transatlántico que

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