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hoy y mañana - DSpace CEU

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Así, para que su madre viera todos los rincones de ella, le propuso<br />

volver al hotel por otro camino y en otro carruaje diferente; y como la<br />

pobre señora no tenía más voluntad que la de su hijo, le contestó que<br />

haría lo que él quisiera, rogándole únicamente que no la llevara pollos<br />

aires en globo ni de ninguna otra manera; porque Dios, que había dispuesto<br />

que las aves volaran, los peces nadasen y el hombre anduviera,<br />

supo muy bien lo que se hizo, y ella quería morir como había vivido.<br />

Respondió Venancio que no pensaba hacerla volar, á pesar de que ya<br />

el aire era un elemento que estaba tan á merced del hombre como la tierra<br />

y el agua, y que únicamente la proponía volver al hotel por debajo de<br />

tierra, para enseñarla el Madrid subterráneo, del cual hizo el joven extremeño<br />

los mayores elogios.<br />

Calló la madre, y callados la siguieron sus criados, marchando todos<br />

detrás de Venancio, que los condujo auno de los cuarenta torreones que,<br />

equidistantes los unos de los otros, se elevan en la ronda de la población;<br />

y previo el pago de entrada y los billetes de circulación indefinida, penetraron<br />

en el edificio y descendieron al subterráneo por medio de la mecánica.<br />

Si otra persona más conocedora del terreno que el hidalgo extremeño,<br />

un práctico, por ejemplo, los hubiese guiado allí, antes de hacerlos bajar<br />

al fondo les habría hecho subir á lo más alto de la torre para que desde<br />

allí contemplasen un rato el movimiento de la población, examinándola<br />

á vista de pájaro antes de hacerlo á vista de conejo. De ese modo habrían<br />

podido comparar ambas perspectivas, fijando su imaginación en el movimiento<br />

de los trapecios, de las maromas, de los globos y de otros mil<br />

cuerpos que cruzan la atmósfera con pasmosa rapidez sobre el perímetro<br />

de la corte entre las densas bocanadas de humo que arrojan las chimeneas<br />

de los edificios.<br />

Pero no lo hicieron así, y sin recordar los dos mundos que tenían<br />

sobre su cabeza, el terrestre y el aéreo, se metieron en el subterráneo.<br />

La grandeza de la bóveda, que brillantemente iluminada por la luz<br />

eléctrica se ofreció á los ojos de los forasteros, les dejó con razón maravillados.<br />

Doña Ruperta había oído hablar del antiguo alcantarillado de<br />

Madrid, y había leído en los periódicos que los ladrones se paseaban pollas<br />

alcantarillas como Pedro por su casa, hasta hacer necesario el establecimiento<br />

de unas rondas de policía, de las cuales, por más señas, se burlaban<br />

muy á menudo, y cuando oyó la proposición de su hijo, pensó que<br />

tendría que marchar á pie, con la cabeza baja, medio á obscuras, entre<br />

humedades, á riesgo de un hundimiento y á caza de más de un susto.<br />

Dijo que sí, porque para lo que le proponía su Venancio no hallaba nunca<br />

el no; pero no las tenía todas consigo, y hasta tomó la precaución de<br />

alzarse el vestido para no ensuciarlo con el lodo de las alcantarillas.

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