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hoy y mañana - DSpace CEU

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Han pasado muchos años desde que esto se decían unos á otros, los<br />

que al asomar la aurora en el horizonte asomaban las narices á la puerta<br />

de la calle y se santiguaban y hacían todo aquello que les ha visto hacer<br />

el lector al rayar un día del año de 1800 en el AYER de esta historia; tampoco<br />

se santiguan la cara con una cuchillada, como lo hacen los trasnochadores<br />

de HOY, cuando no madrugan para dormir despue's de haber<br />

pasado la noche en vela para conspirar; y en suma, esto y lo otro y lo de<br />

más allá, cosas son añejas y desusadas para las gentes de 1899, á las cuales<br />

ni se les puede aconsejar que madruguen diciéndoles que «al que madruga<br />

Dios le ayuda,» ni se les ha de pedir que se acuesten asegurándoles que<br />

«no por mucho madrugar amanece más temprano.»<br />

Verdad es que aún suena el bronce cristiano con que la cariñosa madre<br />

Iglesia llama á los fieles á la oración de la <strong>mañana</strong>; pero suena mucho<br />

más fuerte el bronce industrial con que las fábricas avisan á los operarios<br />

que pasaron la noche trabajando para que se retiren á dormir, y llama<br />

á los que estuvieron durmiendo para que acudan á cubrir las bajas de<br />

los talleres.<br />

Y he ahí, lector, la oración de la <strong>mañana</strong> de estas nuevas feligresías, el<br />

toque de diana de este campamento y los ruiseñores que cantan la alborada<br />

en este gran albor de la industria.<br />

Las máquinas fueron las que se echaron á dormir en 1800, dando no<br />

pocas cabezadas en 1850, y ellas son las que han despertado en 1899.<br />

El espíritu duerme ó vela ó hace lo que se le antoja, que ya sabe él<br />

que no tiene que dar cuenta aV nadie, y la materia es la que no toma aliento<br />

ni descanso, estando siempre tan ágil y tan despierta, que á todas las<br />

horas del día y de la noche parece que empieza su madrugada.<br />

Las calderas de vapor no recibieron ni á las diez ni á las doce de la<br />

noche un recado el el alcalde de casa y corte para que apagaran el fuego<br />

y se retiraran á dormir; ni hubo un municipal que se llegara á domar, de<br />

orden del alcalde, los soberbios humos de las chimeneas; ni el ferrocarril<br />

halló cerradas las puertas de la población á las nueve en invierno y á las<br />

diez en verano; ni por último, en nombre de la libertad de los que desean<br />

dormir de noche, se les ha quitado á los otros la libertad de vivir á esas<br />

horas y la de alborotar la vecindad y el barrio.<br />

Por eso vuelvo á decirte y cien veces te repetiría lo mismo, querido<br />

lector, que en Madrid no anochece ni amanece, y que como el sol no se<br />

pone nunca en los dominios de la industria, el ruido de la población es<br />

permanente desde que las mejoras materiales, cansadas de haber pasado<br />

durmiendo una noche muy larga, madrugaron para no volverse á acostar.<br />

Así yo, para cumplir el compromiso en que me hallo de escribir este<br />

cuadro y falto de práctica para adivinar las horas del crepúsculo, saco

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