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hoy y mañana - DSpace CEU

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El Congreso declaró que no había ningún criminal que no estuviera<br />

loco al cometer el crimen.<br />

Y «ergo cogite—dijeron á una voz los partidarios de la abolición de la<br />

pena de muerte.—Las leyes no permiten quitar la vida á los locos.»<br />

Con lo cual quedó abolida la pena de muerte y acordada la creación<br />

de los Manicomios Penitenciarios, en los cuales vegetan los criminales,<br />

acabando por perder el juicio para no desmentir á los legisladores.<br />

Porque el manicomio no es, como las cárceles y los presidios de HOY,<br />

un ex convento de frailes al cual se le ponen por única medida de seguridad<br />

media docena de cerrojos en las puertas, que se caen de viejas, sino<br />

que es un edificio expresamente construido para el caso, con toda la solidez<br />

de las mazmorras del Santo Oficio, más la precaución y la seguridad<br />

que en el transcurso de los siglos ha aconsejado la experiencia. La parte<br />

destinada á los reos de muerte es ni más ni menos que un tosco mausoleo<br />

de piedra, semejante á los que en la antigua Roma construyeron para<br />

guardar sus cenizas los grandes señores, y de los cuales viven aún y vivirán<br />

por espacio de muchos siglos algunos de ellos, como el de Cecilia<br />

Metella, Cayo Cestio y otros. •<br />

Al criminal no se le da muerte, pero se le entierra en vida en uno de<br />

los nichos del mausoleo, donde se mueve con trabajo, respira con dificultad,<br />

abre los ojos en una luz cansada y no escucha otra voz más que la<br />

suya, si cuida de dirigirse alguna vez la palabra para no olvidarse de<br />

hablar y conservar el único compañero que le resta en el mundo. De este<br />

modo, perdida toda esperanza de libertad y con la ineficacia del arrepentimiento<br />

para volver al mundo, antes de abandonarle les suele abandonar<br />

el juicio y mueren locos; siendo cada uno de ellos un dato estadístico<br />

de la mayor importancia para probar la sabiduría con que procedieron<br />

los legisladores al declarar que todos los criminales son locos.<br />

Esta reclusión perpetua ha heredado, con más razón jurídica que propiedad<br />

filológica, el nombre de pena capital, que antes se daba á la del<br />

suplicio, y para la sociedad produce el mismo resultado. Cierto es que no<br />

ve expirar al reo, muchas veces arrepentido y contrito, exhortando al<br />

pueblo á que no siga sus malos pasos; pero tampoco se le vuelve á encontrar<br />

en su camino, ni más pervertido ni regenerado, sino que allí en el<br />

encierro, donde se muere cuando Dios quiere, está muerto desde el primer<br />

día para sus semejantes.<br />

Á doña Ruperta le pareció este sistema peor que el de la pena de<br />

muerte, y no quiso acercarse al departamento ó panteón de los condenados<br />

á la pena capital; en el cual no habría visto otra cosa sino el retrato<br />

de cada reo, con un cartel en el que se lee á grandes rasgos su biografía,<br />

y esto no sobre la puerta de entrada á los encierros, porque éstas no las

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