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hoy y mañana - DSpace CEU

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¡ Ay si resucitaran los antiguos hermanos do la célebre ronda de pan<br />

y huevo, de cuyo piadoso instituto las gentes de MAÑANA apenas conservan<br />

memoria! Si resucitaran y vieran algunos barrios, en que no sería<br />

suficiente la repetición del milagro de los panes y los peces para atender<br />

á todos los pobres que les saldrían al encuentro, ¿qué dirían?<br />

Pero á bien que si algo decían no se quedarían sin ser contestados,<br />

porque si ahora faltan los conventos y las rondas de pan y huevo que había<br />

en 1800, no está prohibida la mendicidad como en 1850, y todo se reduce<br />

á que si los pobres han perdido la sopa han reivindicado el derecho<br />

de pedir limosna.<br />

En esta materia, la sociedad de MAÑANA ha ido tan allá que es de todo<br />

punto imposible ir más adelante.<br />

Desde el derecho de no hacer nada, que es casi imposible en la práctica,<br />

hasta el de hacer cuanto les dé la gana, que viene á ser también otra<br />

letra muerta, están estas gentes en posesión de todos los derechos imaginables<br />

y algunos más.<br />

El derecho de reunirse y el de separarse, el de ignorar y el de aprender,<br />

el de pedir y el de no dar, el de preguntar y el de no responder, y<br />

tantos otros derechos cuantas son las inclinaciones, los deseos y los instintos<br />

de la humanidad, todos se ejercen con el más libre albedrío y sin otra<br />

cortapisa que la que so ponen los unos á los otros. Es decir, que cuando<br />

un derecho no tropieza con otro, va y viene libremente por donde le<br />

da la gana. Si sucedo lo contrario y la prudencia de ambos no evita el<br />

choque, descarrila el más débil, ó descarrilan los dos si tienen fuerzas<br />

iguales.<br />

Pero entre todos esos derechos, que casi me atrevo á llamar regalías<br />

sociales de escalera abajo, hay uno que es el más importante de todos,<br />

porque sirve de baso, de núcleo y de embrión á todos los demás.<br />

Me refiero, lector, al derecho electoral.<br />

El hombre, sin el derecho de elegir entre el bien y el mal, la risa y el<br />

llanto, el placer y el dolor, el bullicio y la soledad, no alcanzaría ninguno<br />

de los otros derechos. La libertad de echar á cara ó cruz, esto es, á la<br />

mitad más uno, todas las cosas, es lo que constituye la verdadera libertad,<br />

que es la panoplia de todos los derechos.<br />

Por eso esta sociedad, dando á todos sus individuos el derecho electoral,<br />

se ha ahorrado entre otras cosas el trabajo de hacer el censo de los<br />

votantes y las leyes electorales, que tantos disgustos ocasionan á los<br />

hombres de HOY.<br />

Y por supuesto, que la ley de incompatibilidades parlamentarias también<br />

es inútil, porque se considera, y con razón, como un atentado á la<br />

libertad de la elección. Decirle al elector que tales ó cuales personas no

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