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hoy y mañana - DSpace CEU

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de banderillas que ocasionó la muerte á un banderillero; la vara que se lo<br />

quebró al picador cuando el toro le ahorró de quebrar otra; la cascara de<br />

naranja en que se resbaló el espada, por lo cual le cogió la fiera; el traje<br />

que llevaba el diestro el día que murió, y capas, muletas y otras mil cosas<br />

se ven allí graciosamente colocadas, con un número correspondiente al<br />

del catálogo, en que está impresa la monografía de las sillas ó de las monas<br />

del picador, la biografía de e'ste y la historia en suma de cada objeto.<br />

Pero no vengo, lector, á enseñarte el exterior de la plaza del Mediodía,<br />

que es la que funciona en estos momentos, ni ninguna de sus dependencias,<br />

sino que me voy derecho al redondel con doña Ruperta y su hijo,<br />

Safo y el fabricante de agua de Colonia.<br />

La Puerta del Sol sigue siendo el punto de partida para ir á la plaza<br />

de toros, porque en las diversiones es en lo que mejor y más pura se conserva<br />

la tradición, y aunque nadie va á pie ni en carruajes tirados por<br />

caballerías, porque la distancia no es de un kilómetro ni de kilómetro y<br />

medio, sino de cuatro y pico, hay un ferrocarril de ida y vuelta en tracción<br />

continua, cuyos trenes no se componen de vagones ordinarios, sino<br />

de coches de distintas formas, como las antiguas carretelas, faetones y<br />

calesines, en los cuales, para que la ilusión sea completa, hay multitud<br />

de campanillas y cascabeles que alegran al marchante. Viéndose por igual<br />

razón óptica agentes de la autoridad á caballo entre las dos vías, como si<br />

estuvieran allí para ordenar los coches; que á menos de descarrilar, ordenados<br />

han de ir.<br />

Así, aunque la industria ha exigido ese adelanto en la locomoción, lo<br />

ha hecho sin defraudar al público del placer que le producía la animación<br />

de las tartanas y los calesines, que eran una parte esencial de la diversión.<br />

Por eso el traje que se puso la poetisa por dar gusto á Venancio,<br />

y que hubiera sido un anacronismo ridículo dentro de un coche de primera<br />

ó de segunda, sentaba como pedrada en ojo de boticario en una<br />

calesa. La saya, corta y estrecha, de raso azul con azabaches y adornos de<br />

seda negra; el corpino calesero, también azul con golpes negros; la faja de<br />

crespón; la mantilla de casco, con la rosa sobre la oreja, y el zapato de<br />

seda, con la media de lo mismo, todo estaba muy en su lugar en aquel<br />

vehículo del -siglo xvín, y no le pareció mal á doña Ruperta que la que<br />

aspiraba á ser su nuera vistiese, no sólo á la española, sino á la española<br />

antigua. En su casa tenía un retrato de su abuela vestida ni más ni menos<br />

que Safo, y así se lo recordó á Venancio, el cual dijo que era verdad,<br />

no sin añadir para sus adentros:<br />

«El traje podrá ser igual; pero en cuanto á la manera de llevarlo y á<br />

la hermosura de la que lo lleva, ni mi bisabuela ni toda su casta sirven<br />

para descalzarla.»

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