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hoy y mañana - DSpace CEU

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los ocho días pava ver si los desposados empiezan á estar de monos; en<br />

cual caso es deber suyo acecharlos, y si arrecia la tempestad y hay indicios<br />

del trueno gordo, amonestarlos para que hagan las paces ó se vuelvan<br />

á Madrid para evitar el mal ejemplo en la Arcadia, lo cual redundaría<br />

doblemente en descrédito del establecimiento.<br />

Y digo doblemente, porque mientras dura el amartelamiento los cocineros<br />

hacen su negocio, á causa de que las parejas, que serían capaces de<br />

vivir sólo de amor y cuando más de pan y cebolla, comen lo que les clan<br />

y no reparan en melindres; pero cuando el amor va perdiendo algunos<br />

grados, sube el apetito y se adelgaza el paladar hasta llegar á conocer<br />

que los están tratando indignamente. Y si á este descrédito en que cae<br />

la cocina se une el que puede resultar al establecimiento por haberse producido<br />

allí el desamor, ¡ figúrate, lector, qué pérdida tan grande no será<br />

para la sociedad propietaria de la Arcadia Matrimonial!<br />

Pero el Eco del Hotel Trasatlántico, en su edición vespertina dijo un<br />

disparate al asegurar que Safo y Venancio iban á pasar la luna de miel á<br />

la Arcadia. La pasaron, y les dura aún, que es mucho mejor, en el pueblo<br />

de doña Ruperta, donde esta señora, sin más argumentos que su olla podrida<br />

extremeña, sabrosa y sana, sus paseos higiénicos entre las encinas,<br />

sus visitas al hato de las ovejas, su tresillo por la noche, su misa á la madrugada<br />

y una envidiable tranquilidad á todas las horas del día, ha logrado,<br />

¡pásmate, lector!, ha logrado que el fabricante de agua de Colonia<br />

abjure de sus doctrinas espiritistas.<br />

Y tanto se ha enamorado el buen Nicodemus Fernández de la vida<br />

patriarcal que se hace en el pueblo de doña Ruperta, que ha decidido<br />

venir á Madrid á vender su fábrica para comprar una casa de campo inmediata<br />

á la de Venancio. Casándose, apenas lo tenga todo arreglado,<br />

con Norma, según lo ha dispuesto doña Ruperta; la cual desde muy joven<br />

decía que le daba el naipe para casamentera.<br />

De Safo, lector, quisiera no decirte nada porque temo que has de tenerme<br />

por embustero; pero la verdad es que se ha encariñado tanto con<br />

el género de vida que hace al lado de su suegra y ama tanto á esta buena<br />

señora, que no tiene más voluntad que la suya.<br />

En fin, lector, ¿te acuerdas de lo que dijo que entendía por poesía y<br />

de la burla que hizo de los versificadores? Pues ahora basta que doña Ruperta<br />

le diga que saque un verso de su cabeza para que eche más coplas<br />

que arrojan en un año todos los fabricantes de cerillas fosfóricas.<br />

Á Venancio le parecen trozos de la Eneida cuantos versos salen ele<br />

los labios de su esposa, y todos viven en paz y en gracia de Dios, sin<br />

acordarse para nada de la corte ni echar de menos ninguna de las comodidades<br />

y de los goces que proporciona la civilización.

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