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hoy y mañana - DSpace CEU

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tan pronto como ella deseaba, se detuvo el carruaje dentro de uno de los<br />

doce grandes patios de entrada del Hotel de la Unidad Transatlántica.<br />

—¿Qué número tiene vuestro hijo?—preguntó el práctico á doña<br />

Ruperto.<br />

—¡Qué sé yo!—contestó ésta.—Se llama D. Venancio Almendruco.<br />

Pero no se moleste usted más, que ya buscaré yo su cuarto.<br />

—¿Está en este distrito?—preguntó el práctico.<br />

— Sí, aquí está—contestó la señora,—en este hotel.<br />

—Bien; ¿pero en qué distrito?, porque aquí hay doce distritos.<br />

—¡Qué sé yo! Las mozas de la casa nos lo dirán.<br />

¡Pobre señora, que á pesar de haber contrariado la voluntad de su<br />

difunto esposo, leyendo periódicos y novelas modernas, aún creía que en<br />

la capital de España y no ya en pleno siglo xix sino al empezar el xx<br />

hubiese mozas de servicio, esto es, Maritornes, como si aún anduviera por<br />

el mundo el ingenioso hidalgo manchego! ¡Qué idea tenía de lo que era<br />

el gran hotel en que se hallaba, ni de lo que ha hecho la industria al asomar<br />

las narices al servicio doméstico! Buscar fregatrices de estropajo en<br />

ristre allí donde no se limpian los platos uno á uno á fuerza de puño y<br />

arena y al compás de una seguidilla, sino que hay una máquina de vapor<br />

que en cinco minutos escasos pasa por lejía, enjuaga y seca dos toneladas<br />

de cacharros, era un disparate imperdonable, aun en aquella señora<br />

que venía de un lugar donde los mesones y las posadas están servidos<br />

poco más ó menos que lo estaban dos siglos atrás. Disculpa tendría si no<br />

supiera lo que son ni sospechara siquiera que existen esos servidores de<br />

hierro, que automáticamente remedan todas las ceremonias y quehaceres<br />

del servicio doméstico; pero que á la vista de aquel gran palacio en que<br />

bullían tantos camareros de frac y corbata blanca presumiese que había<br />

de encontrar mozas de servicio, alcarreñas ó asturianas, era verdaderamente<br />

imperdonable. La única explicación que esto tiene, un tanto favorable<br />

para doña Ruperta, es que esta buena señora, trastornada por el afán<br />

de encontrar á su hijo, no veía la grandeza y el lujo del sitio, en que se<br />

hallaba, y aun si fijó su atención en los camareros, como ignoraba que en<br />

la corte el frac y la corbata blanca son ya prendas exclusivas del uniforme<br />

de los criados, los tomó por caballeros.<br />

..De todos modos, y esto explica cuan grande era el anacronismo que<br />

cometió la extremeña, el práctico no entendió lo de las mozas de servicio<br />

y la condujo á la oficina de entradas y salidas más inmediata al sitio<br />

en que se hallaban; y allí, dirigiéndose, no á una Maritornes, sino á una<br />

joven elegantemente vestida, le preguntó lo que deseaba averiguar; la cual<br />

pregunta fué inmediatamente satisfecha por la joven, que abriendo un<br />

gran libro dijo:

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