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hoy y mañana - DSpace CEU

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—¿Qué establecimiento es ese de tanto lujo?—preguntó al dar vista á<br />

un inmenso almacén de muebles que ocupaba cuatro manzanas de casas<br />

con calles cubiertas, propias del establecimiento.<br />

—Es una gran sociedad de recepciones periódicas y extraordinarias<br />

que se acaba de abrir ahora nueva—contestó Safo—y qué lleva grandes<br />

ventajas á las que de esa misma clase hay en otros puntos de la corte.<br />

—¿Y qué hace esa sociedad?<br />

—Encargarse de todas las recepciones, tes, comidas, bailes, conciertos<br />

y demás fiestas que en días determinados se dan en las casas particulares.<br />

—Safo—interrumpió Venancio, que no perdía una sola palabra de lo<br />

que hablaban aquellas señoras,—hacedme el favor de explicarle á mi madre<br />

el mecanismo de esa sociedad, porque le divertirá oirlo.<br />

—Es muy sencillo—repuso Safo.—Cuando se suprimió la ridicula costumbre<br />

de hacer visitas se cayó en otra mayor, que era la de no verse las<br />

gentes nunca, y se pensó en que era preciso que cada familia señalase un<br />

día á la semana ó al mes ó cada dos meses para no salir de casa y recibir<br />

en ella á sus amigos y conocidos. Pero como estas recepciones exigían<br />

grandes salones y muebles de lujo y abundancia de criados para sólo un<br />

día á la semana ó al mes, y esto no podían hacerlo todas las gentes, se<br />

crearon estos establecimientos, donde por un precio dado se alquilan<br />

muebles, servicio de mesa, criados y cuanto se necesita para que la recepción<br />

se haga con el esplendor y el buen tono que reclaman las exigencias<br />

de la época y los adelantos del siglo.<br />

—¿Y se alquilan también los salones?—preguntó doña Ruperta.<br />

—El que no los tiene en su casa los alquila en un hotel, y allí van los<br />

dependientes de estas sociedades á amueblarlos y va el repostero y los<br />

criados y todo lo necesario. Pero esto sólo lo hacen los forasteros, porque<br />

los que vivimos en la corte recibimos en nuestras propias casas.<br />

—¿Pero alquilan ustedes los muebles y los criados y el cocinero?<br />

—Claro es que sí, como que de otro modo sería imposible cumplir con<br />

las gentes como es debido. Para dar un te, un baile ó una comida como<br />

la dan estos establecimientos, sería preciso que todos fueran potentados.<br />

—Y si no lo son, ¿por qué han de dar comidas como si lo fueran?<br />

—Porque es preciso obsequiar á los amigos y á los conocidos.<br />

—Pero el mejor obsequio sería tratarles con franqueza y cada cual<br />

con arreglo á su clase.<br />

—El lujo no conoce más clase que el dinero—repuso Safo.—Si vos,<br />

que sois forastera, queréis <strong>mañana</strong> dar una comida digna de príncipes y<br />

alquiláis todo lo necesario al efecto, incluso los salones, vuestros amigos<br />

os harán mil elogios del servicio y del cocinero, como si todo fuera de<br />

vuestra propiedad.

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