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hoy y mañana - DSpace CEU

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guna. Si un orador es médium, mientras su mano escribe una obra proteccionista,<br />

él puede estar pronunciando un discurso en defensa de la<br />

libertad de comercio. Es decir, que si en tiempo de Lutero se hubieran conocido<br />

los médiums, se podría sospechar, y tal vez con fundamento, que<br />

mientras el tristemente célebre agustino escribía la reforma de la Iglesia<br />

católica, su alma pensaba como la de San Agustín y su imaginación se<br />

entretenía en cantar las alabanzas y los villancicos de la confesión, délos<br />

sacramentos y del purgatorio, que había negado y anatematizado.<br />

Pero entonces no se habían descubierto semejantes prodigios ni inventado<br />

tales milagros, y así debemos creer que Cervantes pensaba lo<br />

mismo que su mano acerca de los libros de Caballería; que Lope de Vega<br />

escribió con la cabeza y no d brazo perdido sus dos mil comedias, y que<br />

al Tostado no le ayudó ningún médium á trazar las innumerables obras<br />

que dejó escritas.<br />

La mayor edad de los brazos, como el libre albedrío de las mesas y<br />

los veladores, no se ha declarado hasta nuestros días; la ciencia adivinadora<br />

es modernísima, y el velo del porvenir no ha podido rasgarse hasta<br />

que nos ha ocurrido taparnos los ojos para destapar la doble vista.<br />

Con ella, lector, va escribir nuestro brazo el presente libro.<br />

Nosotros no sabemos nada, absolutamente nada de lo que dirá en él,<br />

porque, como hemos dicho y es cosa sabida, entre el brazo del hombre<br />

que tiene la dicha de ser médium y su propia inteligencia no hay relación<br />

alguna. ¡Quién sabe en lo que nosotros estaremos pensando mientras<br />

nuestra mano está escribiendo! A fe, á fe que harto tiempo la hemos<br />

guiado y dirigido, y es muy justo que ella aproveche las ventajas de esto<br />

siglo de la despreocupación para andar por sí sola, sin ayuda de nadie<br />

y sin miedo al qué dirán, proporcionándonos algún descanso.<br />

Y así, lector, á riesgo de que nos tengas por pesados, una y otra vez te<br />

repetimos que aunque no nos lavemos las manos, porque una de ellas la<br />

vamos á tener ocupada, nos declaramos completamente inocentes y de<br />

todo punto irresponsables de cuanto se diga en esta última parte de la<br />

obra.<br />

Cuando el libro esté terminado é impreso acudiremos á una librería<br />

á comprarle, dando con esto un buen ejemplo al público, y le leeremos<br />

con indulgencia, por si esto puede influir en que las demás gentes hagan<br />

lo mismo.<br />

Es posible que á nosotros nos guste más que á ningún otro lector lo<br />

que nuestra pluma, ó mejor dicho, la de nuestra mano haya escrito; pero<br />

esto es harto disculpable; pues por grande que sea la independencia que<br />

el magnetizador haya introducido entre el brazo y el entendimiento, ¡dejará<br />

de ser el primero una porción de nuestro propio individuo! ¡Qué otra

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