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hoy y mañana - DSpace CEU

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oía un ¡ay! de dolor en ninguna de las salas, fue la fábrica de cloroformo,<br />

desde la cual por medio de una vasta red de tubos de cristal se envían<br />

raudales de insensibilidad á todos los departamentos. A la cabecera de<br />

cada cama hay un grifo, cuya llave tienen el médico y el enfermero para<br />

cloroformizar al paciente, y con este sistema de calmantes y otros taponamientos<br />

morales se logra que la enfermedad siga su curso sin que el<br />

paciente sepa la mitad de lo que le pasa.<br />

Espantóle más á la buena señora averiguar la causa de aquel silencio<br />

que si hubiera oído axhalar gritos de verdadera rabia, porque dijo, y no<br />

dijo mal, que eso era convertir á los hombres en piedras, haciéndoles de<br />

peor condición que á los brutos.<br />

Una sola cosa fué lo único que la tranquilizó algún tanto, y no logró<br />

calmarla por completo porque su aplicación era parcial y no alcanzaba á<br />

todos los enfermos, sino á los que expresamente la pedían. Aludimos á la<br />

asistencia de las hermanas de la Caridad.<br />

La piadosa institución de las modestas hijas de San Vicente de Paúl<br />

ha sobrevivido, como acontece siempre con las grandes instituciones, á<br />

los combates revolucionarios, á los caprichos de la moda y á la ruda<br />

guerra de la difamación y de la calumnia, y aunque no se les ha encargadopor<br />

los actuales contratistas del hospital general ni la asistencia do<br />

los enfermos ni mucho menos la dirección de sus vastas dependencias,<br />

les está permitida la entrada allí, y su oído, siempre atento á los ayes<br />

del afligido y del necesitado, las lleva á la cabecera de los enfermos<br />

en el momento en que cualquiera de ellos solicita los desvelos, las fatigas,<br />

el cariño, los cuidados, la caridad, en suma, de esos ángeles del infortunio.<br />

Abandonaba ya doña Ruperta la comarca hospitalaria cuando vio una<br />

iglesia de la cual salían dos hermanas de la Caridad, y entonces so le ensanchó<br />

el corazón pensando en que todo lo que había visto no importaba<br />

nada, siempre que anduvieran por allí algunas mujeres. Pero su hijo la<br />

explicó lo que acabamos de referir, añadiéndole que la libertad se oponía<br />

á sujetar á todos los enfermos á la asistencia do las hermanas de la Caridad,<br />

ni de ningunas otras de las infinitas congregaciones religiosas que<br />

hay en Madrid consagradas á esas tareas piadosas.<br />

Y mientras se dirigían desde el hospital al Manicomio Penitenciario,<br />

fué leyendo en voz alta la lista de esas congregaciones, deteniéndose en<br />

una titulada las hermanas del pudor, cuyo principal objeto es hacer privativo<br />

de las mujeres la asistencia médica de todos los enfermos del bello<br />

sexo, no sólo en la parte ejecutiva, sino en la dispositiva. Bajo el pretexto<br />

de que el pudor queda ofendido y lastimado en el momento que una mujer<br />

se deja visitar por un médico varón, pretenden esas hermanas hacer

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