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hoy y mañana - DSpace CEU

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De manera, lector, que has acertado al suponer que trato de imitar en<br />

esta parte del libro el estilo con que el hombre que <strong>hoy</strong> me sirve do instrumento<br />

caligráfico escribió por sí propio el AYER y el HOY; pero te engañas<br />

si imaginas que la introducción que estoy haciendo en el cuadro<br />

presente no viene á cuento, y no sabes lo que te pescas si, como sospecho,<br />

juzgas que hay contradicción en mis palabras.<br />

Te he dicho, y no sólo no me arrepiento de ello sino que te lo repito,<br />

que aunque son todos llamados á votar, son pocos los escogidos para comer,<br />

y que no es tan fácil como parece alcanzar un cubierto en los banquetes<br />

electorales.<br />

El sufragio es universal, pero la elección no es directa, porque como la<br />

experiencia ha enseñado que en los distritos no se hacía otra cosa sino<br />

lo que querían los caciques, habiendo sido imposible destruir esta raza,<br />

los electores no eligen diputados, sino que votan influyentes; y éstos, que<br />

se sacan de los que han tenido más votos, son los electores.<br />

De todos los ochocientos noventa distritos en que está dividida la<br />

España, el 580 es el que tiene mayor número de caciques, y por eso son<br />

veintiuno los electores que tomaron parte en la votación y que adquirieron<br />

al meter la mano en la urna parlamentaria el derecho á meter la cuchara<br />

en la sopera electoral.<br />

Tú, lector, como no has votado al hidalgo extremeño no puedes sentarte<br />

á la mesa, pero venís á los que están sentados, y les acompañarás,<br />

con la vista, se entiende, á devorar los platos del festín, á vaciar las botellas<br />

y á largar los brindis.<br />

Para esto y para otras muchas cosas más se inventó en tus tiempos<br />

la tribuna pública.<br />

«La publicidad es el alma de la digestión,» ha dicho recientemente<br />

uno de los más doctos varones de la ciencia gastronómica en un libro do<br />

indisputable mérito, titulado La sabiduría al alcance de todos los estómagos;<br />

en el cual, después de probar que la cocina es la madre de todas<br />

las ciencias, se concluye demostrando que el dime lo que comes y te diré<br />

lo que sabes es mucho más exacto que aquella estúpida antigualla de<br />

dime con quién andas, decirte he quién eres.<br />

Y con electo, lector, el gastrónomo tiene razón. El hombre no es hijo<br />

de sus obras, sino de su cocina, y poco importa que ande en malos pasos<br />

si come buenos platos.<br />

Pero no quiero detenerme á explicar toda la importancia que ha tomado<br />

la ciencia culinaria en esta época, porque natural era que sucediese<br />

así habiendo quedado este ramo del saber humano tan recomendado por<br />

los hombres políticos del HOY, á quienes se les pasaron las mejores horas<br />

de su vida poniendo la mesa y diciendo, hipócritamente que tal ó cual

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