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hoy y mañana - DSpace CEU

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—¡Ahora no será mientras yo viva!-gritó Venancio con aire conquistador<br />

y con una energía que dejó asombrada á Safo.—Yo no necesito que<br />

hagáis vuestra fortuna ni que publiquéis vuestras condiciones. Las acepto<br />

todas sin conocerlas, y no me importa que no traigáis nada más que<br />

vuestra persona. ¿Por ventura no es ella bastante para labrar mi felicidad?<br />

El semblante de Safo se animó al oir estas palabras, y sobre todo al<br />

observar el fuego con que las pronunciaba Venancio; y éste, perdiendo de<br />

todo punto los estribos, continuó:<br />

—Yo no quiero más oro que el de vuestros cabellos, ni más brillantes<br />

que la luz de vuestros ojos, ni otras perlas que las que esconde el carmín<br />

de esos labios de fuego, ni otra felicidad ni otra ventura que la que pueden<br />

dar esas manos de marfil, que abren al corazón palacios encantados<br />

y jardines de eterna primavera.<br />

Safo se pasó una mano por los ojos y tendió maquinalmonte la otra<br />

á Venancio, que se apresuró á besarla, y como si volviera en sí de una<br />

pesadilla, dijo sin poder apartar la vista del joven extremeño:<br />

—Seguramente que hay muy pocas personas que os aventajen en el<br />

conocimiento de los poetas románticos, y aun en los clásicos del siglo xvn;<br />

me habéis dejado encantada con ese trozo que acabáis de decir, y si quisierais<br />

repetírmelo para que le copiara<br />

—Haré más que eso—dijo Venancio fascinado por la mirada de Safo;<br />

—os enseñaré á sentirlo.<br />

—¿A raí?<br />

—A vos, si no tenéis inconveniente en que sea vuestro maestro.<br />

—Al contrario, yo quiero aprender de todo; pero mientras vos me<br />

dais algunas lecciones de las costumbres de antaño, yo os explicaré otras<br />

de las presentes, que con asombro veo que ignoráis. Si yo les contara á<br />

mis colaboradoras que hay un hombre de vuestra edad, que aunque joven<br />

ya deberíais conocer el mundo, que ignora lo que ha de hacerse para<br />

casarse y que cree que no importa que la mujer sea rica ó pobre, se reirían<br />

á carcajada. No me querrían creer. Sobre todo en la sección donde<br />

ahora precisamente se está publicando la novela clásica titulada Contigo<br />

pan y cebolla.<br />

—Pues este título—exclamó Venancio con alegría—es una verdad<br />

práctica en mi país.<br />

—¡En vuestro país! Pues qué, ¿no sois europeo?<br />

—Y algo más; soy español.<br />

—¿Y r<br />

hay un punto en España donde pasa lo que decís? Vaya, tenéis<br />

gana de divertiros.<br />

—No lo creáis, no me divierto; antes al contrario, me aflige bastante<br />

ver la sinceridad con que eludáis de lo que digo.

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