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hoy y mañana - DSpace CEU

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De todos modos, lector amigo, aunque al sol y á mí nos parezca un<br />

remedo indigno de la luz del día ese astro nocturno que ha creado la<br />

electricidad, en mi calidad de historiador verídico no puedo dejar de decirte<br />

que para los habitantes de Madrid ha desaparecido la noche, y que<br />

no era un pensamiento muy descabellado el que días atrás anunció un<br />

sabio economista cuando propuso que los relojes tuvieran veinticuatro<br />

números correlativos, sin distinción de <strong>mañana</strong>, de tarde ni de noche, y<br />

que puesto que los antiguos decían que el día se había hecho para el trabajo<br />

y la noche para el descanso, no se descansara á ninguna hora.<br />

Aún no se ha tomado resolución alguna sobre este proyecto; poro la<br />

verdad es que, como los aparatos eléctricos empiezan á funcionar antes<br />

de que se ponga el sol y no se apagan hasta que el astro del día está en<br />

posesión de la tierra, es sumamente difícil averiguar por la luz las horas<br />

de los crepúsculos.<br />

Por eso las madrugadas en 1899 cada cual las empieza cuando le da<br />

la gana. Y hasta los pájaros, esos canoros mensajeros del alba, que beben<br />

en el primer rayo de luz la inspiración de sus armonías matutinas, andan<br />

trastornados desde que la chispa eléctrica, sin respetos á la luna, pretende<br />

pasar plaza de sol.<br />

No hay, pues, que esperar ni el canto del gallo ni el trino del jilguero<br />

para saber que ha amanecido, y lo más seguro es mirar el reloj para<br />

ver qué hora señala; porque así como hemos dicho que la luz es constante<br />

y que sólo una vista muy experimentada puede conocer el momento<br />

en que empieza la legítima y acaba la falsa, así decimos del movimiento<br />

de la población.<br />

Como nadie le dice al industrial que se dé prisa á acabar su obra antes<br />

que anochezca, ni que se levante al amanecer para continuarla, porque<br />

para trabajar tiene luz á todas horas, no se le ve salir de su casa con estrellas,<br />

ni atravesar la población con paso ligero, confundido con otras<br />

gentes de su clase y los criados de servir y los barrenderos de la villa y<br />

los demás madrugadores, que antaño anunciaban la venida del alba trinando<br />

de rabia muchas veces por haber dejado el lecho, mientras los pájaros<br />

trinaban de gozo por haber soltado el nido.<br />

Cuando todas las gentes se acostaban á la misma hora, y temprano<br />

por cierto, dando las buenas noches, era natural que al volverse á ver de<br />

madrugada se diesen los buenos días; pero ahora que no sucede lo primero<br />

sobra lo segundo. Como nadie sabe, ni le importa saberlo, á qué<br />

hora se acuesta ó se levanta el vecino, ni si por haber hecho lo uno se<br />

ahorra de hacer lo otro, es inútil salir á la calle al rayar el alba con la siguiente<br />

salutación cristiana colgada de los labios: Santos y buenos días<br />

nos dé Dios.<br />

. . TOMO III 11

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