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hoy y mañana - DSpace CEU

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vendedor, hubiese creído que había recobrado el original; el retrato ni<br />

era suyo ni se le parecía en nada, sino que era el de un personaje cualquiera,<br />

con traje del siglo xvn, muy seco y muy demacrado, como si la<br />

pasión le hubiera consumido.<br />

Los raros comentarios que las gentes hacían á la vista del retrato y<br />

del documento moderaron un tanto el furor con que nuestro joven se<br />

dirigió allí, y aunque no podía explicarse cómo había ido su carta á poder<br />

del periódico, todavía le causaba mayor extrañeza el asombro y la admiración<br />

que su contenido, natural y sencillo, producía en los redactores y<br />

en el público.<br />

»¿Qué ha pasado aquí—se decía á sí mismo—para que así haya cambiado,<br />

no ya la forma, sino la esencia de la sociedad?¿Cuántos siglos han<br />

transcurrido desde que yo abandoné el santo hogar de mi familia, dejando<br />

en él, aunque trastornados y un tanto pervertidos, los antiguos<br />

sentimientos y las antiguas creencias, encarnadas y vivas en todos los<br />

corazones las ideas del amor y de la amistad? ¿Es posible que los periódicos,<br />

que todo lo cuentan y todo lo analizan, no se hayan ocupado nunca<br />

de esta cuestión importantísima, que cambia de una manera tan radical,<br />

no ya las condiciones sociales, sino hasta la razón de ser del hombre, á<br />

quien Dios quiso dar un corazón y una inteligencia que le distinguieran<br />

de los demás animales? Indudablemente—añadía el pobre Venancio—que<br />

si estas gentes han suprimido el corazón, para vivir de sólo los impulsos<br />

calculados de la cabeza, pronto me volveré al lugar, y dando á mis paisanos<br />

el grito de alarma contra esta falsa civilización, estableceremos un<br />

cordón sanitario que nos preserve de la peste materialista.<br />

»Pero es imposible—se decía, después de recapacitar breves momentos,—es<br />

imposible que sea verdad lo que estoy viendo, ni que todas las gentes<br />

piensen como estos miserables periodistas y este público inocente que<br />

considera cada número de los diarios como una hoja infalible del Evangelio<br />

moderno. ¡Cómo no ha de ser todo amor y todo sentimiento el contenido<br />

de ese vaso precioso en que yo he bebido la pasión purísima que<br />

devora mi alma! ¿Es posible que aquella mirada dulcísima, que adivinó<br />

liafael en las vírgenes de sus lienzos inmortales, y aquellos labios de<br />

fuego y aquel cutis de azucena y aquellas mejillas de rosa y aquel cabello<br />

de oro no sean otras tantas perfecciones mensajeras de un alma de<br />

ángel, de un pecho de virgen y de un corazón nutrido de afectos purísimos<br />

y de pasiones grandes y nobles? ¡Oh! No; semejante contradicciones<br />

imposible. El alma de los redactores de este inmundo papelucho no cabe<br />

en el hermoso cuerpo de la mujer que adoro. La ciencia ha podido llegar<br />

á fuerza de injertos monstruosos á producir frutas de gran tamaño y de<br />

aspecto bellísimo, desprovistas en su interior de toda esencia y de toda<br />

TOMO III 6

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