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hoy y mañana - DSpace CEU

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del revés, á no haber sido tan violentas las impresiones que acababa do<br />

recibir y todas ellas en tan corto espacio de tiempo.<br />

Entró en su cuarto con la cabeza pesada como si fuera de plomo, dura<br />

como de piedra y ardiendo como un volcán; cerró maquinalmente la<br />

puerta, y también sin darse cuenta de lo que hacía dio vuelta á la llave,<br />

y sentado en un sillón, con los codos apoyados sobre la mesa do escribir,<br />

se dio á pensar en sí mismo, cosa que no le había ocurrido hacer desde<br />

que estaba en la corte.<br />

Y á poco rato de estar en esa postura contemplativa arrojando por<br />

los ojos torrentes de luz magnética capaces de descubrirle, no ya el pasado,<br />

sino el porvenir de la humanidad, si él hubiese sido ó querido ser sonámbulo<br />

vidente, empezó á mover pausadamente los labios sin articular<br />

una sola palabra, ó sin que yo, á pesar de tener ceñida su cabeza con la<br />

masa elástica de mi ser invisible, pudiera entender lo que decía. Pero<br />

poco á poco el ejercicio de los labios fué creciendo, entreabríasele la boca<br />

cada vez más y empezaban á sonar en el aire algunos monosílabos; hasta<br />

que por último, bien fuese porque él alzaba la voz ó porque la atmósfera<br />

había aprendido á traducir aquellas gesticulaciones, es lo cierto que se<br />

oyeron clara y distintamente las siguientes palabras, de las cuales con<br />

poquísimo esfuerzo se podría hacer, ya que no un gran discurso académico,<br />

un mediano boceto parlamentario.<br />

«Serénate—dijo,—serénate, Venancio, y entra en cuentas contigo<br />

mismo. Discurre con método, y no olvides los preceptos de la lógica y de<br />

la dialéctica que te enseñaron tus maestros. En primer lugar, pregúntate<br />

á ti mismo quién eres, de dónde has venido y dónde te hallas. Esto último<br />

sobre todo es lo que más te importa averiguar. ¿Será ésta la corte de<br />

España? ¿No me habrá llevado esa máquina infernal que me sacó de mi<br />

pueblo y que no se detuvo en ninguna parte á Inglaterra, á Francia, ó<br />

mejor aún á alguna de las repúblicas de América? Porque bien mirado,<br />

¿qué hay aquí que no me sea extranjero á excepción del idioma? Y aun el<br />

idioma, ¿cómo le hablan? ¿No me quedo sin entender á la mayor parte de<br />

las gentes? Y éstas ¿no se quedan en ayunas cuando yo les hablo? Malditas<br />

sean las doctrinas que aprendí en las aulas, que no me enseñaron todo<br />

lo que ignoraba y me hicieron olvidar las sabias lecciones de mi tío el<br />

canónigo. ¡Qué razón tenía el buen señor cuando me decía que las aldeas<br />

eran el limbo, los pueblos el paraíso, las capitales de provincia el purgatorio<br />

y la corte el infierno!<br />

»¡ Ah! Si yo pudiera tener la fe de aquel santo varón, bien pronto liaría<br />

el petate y daría la vuelta á mi lugar, renunciando, aunque mi madre se<br />

apesadumbrara, no ya á ser más, pero ni siquiera tanto como el hijo de<br />

doña Tomasa, el cual ya veo yo que no murió de muerte natural, sino

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