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hoy y mañana - DSpace CEU

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ticos se le entrega á un médico tridiestro para que alternativamente<br />

le sangre, le dé glóbulos y le pase por agua.<br />

En el primer caso, que es el más general, esto es, cuando el enfermo<br />

se decide por el tratamiento alopático, se le aplican las generales de la<br />

ley; es decir, se le entrega á todo el rigor de las farmacopeas.<br />

En el segundo, como ya se ha demostrado de una manera clara, evidente<br />

y casi matemática que las enfermedades no residen en ninguna<br />

parte del cuerpo, sino en la imaginación, al paciente no se le da absolutamente<br />

nada, ni siquiera las antiguas cucharadas de agua. Se le mete<br />

en una cama inodora, se procura que la atmósfera se mantenga siempre<br />

insípida, lo cual se logra perfectamente gracias á unos ventiladores que<br />

renuevan con suavidad el aire, y el medicamento se coloca en un cilindro<br />

de cristal que pende del techo á la vista y casi sobre la nariz del enfermo.<br />

En ese tubo y por medio de la electricidad están siempre subiendo y bajando<br />

los glóbulos; de manera que aunque el enfermo esté adormecido,<br />

como el saltar del medicamento produce un ruido parecido al del granizo,<br />

siempre la acción salutífera está obrando por más de un sentido sobre<br />

aquella imaginación enferma.<br />

Á la hora de la visita, el médico no pulsa al enfermo, sino que le mira<br />

los ojos, como verdadero espejo del alma dolorida, cambia el medicamento<br />

del cilindro y pasa adelante.<br />

Á los que se asisten por la hidropatía se les trata de un modo análogo;<br />

sólo que en lugar de colgarles encima de la cabeza un tubo lleno de agua,<br />

les cubren con un paraguas, y detrás del lecho oyen constantemente el<br />

ruido de una cascada.<br />

Conócense y ya empiezan á ponerse en planta otros tratamientos médicos<br />

derivados de estos sistemas; pero como doña Ruperta y su hijo no<br />

quisieron visitar más salas que las alopáticas, las homeopáticas, las hidropáticas<br />

y las mixtas, me parece inútil abusar de la paciencia del lector<br />

hablando de lo que pasa en las demás del establecimiento.<br />

Y espero que no sólo me perdonará esta omisión, sino que me agradecerá<br />

que pase asimismo en silencio lo que ocurre en los departamentos<br />

de cirugía, cuya ciencia ha llegado á un extremo tal de perfección y de<br />

coquetería, que lo mismo se quitan jorobas, se ponen brazos y se añaden<br />

piernas que si se tratara ele una academia de dibujo. Entrar en uno de<br />

3sos verdaderos talleres de carne humana, es como asomarse á una fábrica<br />

de figuras de barro ó de cera.<br />

Mi pobre doña Ruperta salió ele allí horrorizada, á pesar ele que no vio<br />

sino una pequeñísima parte de los sitios del dolor y nada de los infinitos<br />

lugares de placer que constituyen el gran Barrio de la Salud.<br />

Lo único que su hijo la hizo visitar para explicarla el por qué' no se

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