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hoy y mañana - DSpace CEU

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Dinero que ya no se avergüenza de sí propio, dejándose dar á hurtadillas,<br />

con la cara vuelta y la mano oculta, temiendo ser desairado, sino<br />

que tiene orgullo en ser quien es y hace público alarde de su importancia<br />

y de su omnipotencia.<br />

El visitador de los monumentos públicos, que no lleva en la mano ni<br />

el permiso especial ni el pasaporte, porque ambas cosas se han suprimido,<br />

no saca tampoco una moneda con disimulo para entregarla con cautela<br />

al conserje del establecimiento, el cual antiguamente la tomaba vuelto de<br />

espaldas al cartel en que se decía: Está prohibido tomar propinas, sino<br />

que da públicamente el dinero que le piden y sufre que le examinen las<br />

monedas por si son falsas; pagando una cantidad por ver los objetos á<br />

cierta distancia, otra por examinarlos más de cerca, otra por tocarlos y<br />

otra por comprarlos y llevárselos á su casa, si le conviene hacerlo así.<br />

De manera, lector, que aunque Venancio presumió en un principio<br />

que su carácter de diputado le permitiría entrar y salir en todas partes,<br />

llevando á su madre á ver las cosas más notables sin trabas de ninguna<br />

especie, pronto se convenció de lo contrario, y tuvo que reconocer allá<br />

en sus adentros las ventajas de la igualdad aplicada á los sucesos más<br />

nimios de la vida, cuando supo que al presidente del consejo de ministros<br />

le pasaba lo mismo que á él cuando tenía que acompañar á algunos<br />

forasteros. Lo único que hizo, por un sentimiento de legítimo orgullo<br />

parlamentario, fué visitar los establecimientos públicos en horas especiales<br />

y no en las de entrada general; gracia que fácilmente le alcanzó su<br />

propio dinero, puesto que tuvo que pagar doble y en algunas partes triple<br />

de lo que costaban los permisos en horas ordinarias.<br />

Con el Itinerario monumental en la mano y siguiendo el orden de<br />

importancia marcado en el mismo, se dirigió el joven extremeño en<br />

compañía de su madre y de los criados de ésta al Paraíso Zoológico, establecido<br />

á doce kilómetros de la corte, entre el lugar que ocupaban los<br />

antiguos pueblos de Alcorcen y Móstoles, por la Sociedad filantrópica<br />

protectora de los animales.<br />

Las vastas dependencias del Paraíso forman una superficie de más<br />

de cuatro hectáreas, cerrada toda ella por sencillos establos, graciosos<br />

pabellones, casas rústicas, frondosas alamedas, espesos matorrales, fosos<br />

y setos vivos, todo alternado con caprichoso y pintoresco desorden. Alrededor<br />

de ese heterogéneo valladar corren con silencioso pero rápido movimiento<br />

unos sencillos carruajes de vapor, llevando á los curiosos y á<br />

los dependientes del Paraíso de un punto á otro, sin que el ruido perturbe<br />

la tranquilidad de los pacíficos moradores de esa isla afortunada.<br />

El murmullo de los arroyos, el salto de las cascadas, el silbido del<br />

viento y el trino de las aves son las únicas voces que responden al relin-

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