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hoy y mañana - DSpace CEU

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manos satisfecho de que se le presentara la ocasión de hablar de ciencias<br />

morales, que eran su manía, por lo mismo que no entendía de ellas una<br />

sola palabra, y dijo:<br />

— ¡Bravísimo! Así me gusta á mí que hablen las mujeres. De seguro<br />

que sois espiritista.<br />

—Hago uso del espiritismo especialmente para mis trabajos históricos,<br />

pero nada más—dijo Safo.<br />

—Según eso, sois autora.<br />

— Sí, señor.<br />

—¿Vuestro nombre, si no tenéis inconveniente en ello?<br />

—Soy la presidenta de la Filosofía Socialista.<br />

—Tenéis razón, y he sido un bestia en no haberos conocido antes. Con<br />

sólo encontraros aquí debí reconoceros. ¡Pues poco efecto le causó la otra<br />

noche á este joven ver vuestro retrato! A poco más se desmaya.<br />

—¿De veras?—preguntó Safo con acento apasionado y dulce.<br />

—Sí, señora. Salíamos de nuestro club de los espiritistas, siguiendo la<br />

manifestación popular, y al llegar á ver vuestro retrato que iba á la<br />

cabeza de la procesión<br />

El fabricante no pudo seguir hablando, porque Venancio, que había<br />

fatigado inútilmente su vista haciendo señas á uno y otro interlocutor<br />

para que callaran, le dio tan fuerte pisotón, que el pobre industrial lanzó<br />

un ¡ay! penetrante y agudo aunque sin comprender la seña.<br />

Quien la comprendió de sobra fué doña Ruperta, la cual, encendida<br />

como una grana y sin reparar en la inconveniencia de sus palabras, se<br />

dirigió á su hijo diciéndolo:<br />

—Si no te gusta que el señor cuente lo que pasó con el retrato, diie<br />

de otro modo más fino que calle.<br />

Al fabricante de agua de Colonia le extrañaron más estas palabras que<br />

el pisotón, y volviéndose á doña Ruperta le dijo:<br />

—No sé por qué no le ha de gustar á mi amigo Venancio que cuente<br />

yo la escena de la otra noche, porque le honra mucho por todos conceptos.<br />

Verdad es que desde que le trato le he visto cada vez más digno del<br />

aprecio de todos. Tiene un corazón excelente, de los que no hay ya por<br />

el mundo. Lo único que le falta, ya sabe él que se lo he dicho, es entrar<br />

un poco más en las ideas modernas y olvidar las rancias doctrinas del<br />

siglo pasado, que ya no son malas ni buenas, sino que nadie las entiende.<br />

—Por desgracia—exclamó Safo.<br />

—¿Desgracia de qué?—preguntó involuntariamente doña Ruperta, empezando<br />

á creer ó que aquella gente estaba loca ó que por el comrario<br />

ella era la que estaba inficionada por los aires del manicomio que había<br />

visitado aquella <strong>mañana</strong>.

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