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Lo que lleva la industria de un lado á otro es la animación y la concurrencia. Lo que ha hecho en Madrid es descentralizar la población de la Puerta del Sol, repartiendo la vitalidad en varios centros, como verá el lector en otros cuadros.
CUADRO III EL ÁRBOL DE LA PUBLICIDAD En la plaza núm. 50, que es perfectamente circular y desembocan en ella seis calles, conocidas las de la derecha con los nombres ó números pares 22, 44 y 66, y las de la izquierda con los impares 33, 55 y 77, hay á todas las horas del día y á las primeras de la noche gran concurrencia de gentes, de las cuales unas dan vueltas por los tres paseos concéntricos que unidos en forma espiral tiene la plaza, y otras, en número escaso, ocupan unos modestos escaños de hierro que hay alrededor del eje del gran círculo; en cuyo centro quiero que sepas, lector, que no hay ni una fuente monumental, ni la estatua ecuestre de un rey cualquiera, ni menos la de un poeta verdinegro, enjaulado como loco, después de haberse inmortalizado por muy cuerdo, y mucho menos un cajón de madera para cárcel provisional de vagos y gente perdida. En el centro de esa plaza se alza majestuoso y gallardo un árbol altísimo, que todos los días amanece desnudo de hoja y que más tarde se cubre y se despoja de ella, á la vista de los espectadores, con una rapidez verdaderamente fabulosa y de una manera completamente mágica. El mecanismo de ese árbol y el misterio de su fecundación son un secreto que pertenece á la gran compañía anónima propietaria del invento, la cual, como no tiene privilegio de invención y explotación, porque esos
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CUADRO IX DE CÓMO EN ALAS DEL AMOR
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marchando á pie. Decidió entrar e
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las afinidades de la plata con los
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zón á toda vela, atravesó el ves
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—Sí tal; es decir, en el pabell
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qué siglo creéis que vivimos para
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acabo de presentar á tu vista te h
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estaba enamorado, sino una copia de
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hasta que me deis la vida ó la mue
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preciosa; pero no sé con qué dere
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CUADRO XII DE CÓMO HABLANDO NO SE
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sobre el corazón,—dejando á un
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mano, cuando hay tantas otras de la
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—Dudo porque sería una extravaga
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CUADRO XIII EL GRAN HOTEL DE LA UNI
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del mundo, incluso el monasterio de
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inarticulados que se oyen por todas
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en comida, bebida, recreos, vanidad
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CUADRO XIV PERDIDO POR MIL, PERDIDO
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—No me acuerdo—repuso Venancio.
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Tuvo Venancio impulsos de confesar
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propósito de perderte. Esto no es
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al enseñar á Venancio la rotonda
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Lo primero que pasa es el tiempo; q
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pensamientos bullendo de un lado pa
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—Es natural, siendo la primera ve
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de los antiguos duendes, dándoles
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la mayor parte de las conveniencias
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—Panteísmo puro—murmuró Venan
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—Vamos á ver qué es esto. —¿
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el tambor de la Milicia, sino que s
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protesta que hubiera de coacción,
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Venancio, que no sabía apartar los
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pasado en este local, y la otra ten
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—No hay más brujería que lo que
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—Pues yo abrigo la esperanza de q
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en este inundo nuevo, del cual ni s
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jóvenes toda su vida; pero tampoco
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Han pasado muchos años desde que e
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cayó maquinalmente en una de las m
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El cobrador le presentó una cuenta
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CUADRO XX ENTRE LA ESPADA Y LA PARE
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que acabaría sus días en una casa
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»Yo salgo mañana, y cuento por mi
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CUADRO XXI EL MAESTRO DE CEREMONIAS
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en los demás establecimientos púb
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derando las ventajas y excelencias
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—Pues en ese caso marchad. —¿Y
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CUADRO XXII LA SEÑORITA SAFO Y LA
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enamorado galán, el cual no repiti
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Y era de poca estatura, de no mucha
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za de su talle y de la gallardía d
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ó asuntos de otra importancia! Vos
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todos los medios de locomoción inv
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Figúrate, lector, lo que estaría
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Antes de que Safo asintiera á las
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—Mi doncella—contestó Safo;—
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el cuerpo el arco altísimo que la
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mar el amor propio de nadie, soy ta
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vedad, ni porque, gracias al paraca
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—Toma, otro novio en quiebra como
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Ha concluido por fortuna el reinado
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Así fué que, ni más ni menos que
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no tanto por la fuerza de los argum
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palabras hizo enmudecer á las dos
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CUADRO XXVI DE BADAJOZ Á MADRID Y
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de los Amadises, Esplandianes, Oliv
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los viajeros puedan decirse los uno
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Y entre cada uno de estos agujeros
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—¿Y el equipaje?—dijo el prác
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Es decir, lector, que según mi lea
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tan pronto como ella deseaba, se de
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que doña Iiuperta, que había reco
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—¿Qué está usted diciendo?—r
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y será cuento de nunca acabar. ¡C
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¡ Ay si resucitaran los antiguos h
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De manera, lector, que has acertado
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prodigio del arte, tenía tejido, n
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dencia, y diferentes postres de ard
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Con lo cual, guiados por el fabrica
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—No sé qué número tiene, pero
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zo del práctico.—¡Jesús, qué
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—El escritorio no, señora; la ca
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Doña Ruperta, que aunque lugareña
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CUADRO XXX UNA TAZA DE FLORES CORDI
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y la estatua del célebre Carlos Li
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—Los faroles de los carruajes de
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un hombre como vos, que debéis est
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CUADRO XXXI LAS SUBASTAS, LAS CONTR
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ó vos que te he engañado, puedes
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Estado, y era el de retirar todas l
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Verdad es que á la industria le so
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Dinero que ya no se avergüenza de
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ción á los años y buenos servici
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parar las bajas que tenía el ganad
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CUADRO XXXIII EL H O S P I T A L GE
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adjudicación del premio. Del mismo
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por los muchos enfermos ricos que q
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oía un ¡ay! de dolor en ninguna d
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Filialmente, además de que la buen
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El Congreso declaró que no había
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—Me parece muy bien. —Es decir,
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—¿Les dan glóbulos homeopático
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Doña Ruperta dio por visto cuanto
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He aquí, lector, lo que ha pasado
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Figúrate, lector, cuan grande no s
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verdaderas aves de paso, y así las
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ninguna lo sea, la coqueta que reci
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El hidalgo extremeño se paró á p
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en no haber tenido franqueza para c
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enseñanza se llaman viveros mascul
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manos satisfecho de que se le prese
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—Bueno es vivir para ver; iremos
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ía en la puerta de Alcalá, y que
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Así pensaba el hidalgo extremeño
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Habíanse lidiado, sin novedad que
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CUADRO XXXVIII LOS VIVEROS DE LA SA
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porque desde que he pisado la corte
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pie de la letra. Lo que se hace es
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—Pues cómo ha de ser, amigo mío
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de MAÑANA, y créeme, lector, que
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—Pero dígame usted, ¿no saben l
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un fondo de verdad y de amargura qu
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CUADRO XL LA LUNA DE MIEL Tan ciert
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muebles, las paredes y todos los ad
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los ocho días pava ver si los desp
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insriDiO-Ki DE LOS CUADROS QUE CONT
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