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hoy y mañana - DSpace CEU

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vedad, ni porque, gracias al paracaídas de rebotante caucho, hubiese habido<br />

inconveniente en dejarse caer de golpe y porrazo, sino por no atropellar<br />

al enjambre de globos que como la erupción de un volcán brotaba<br />

de la tierra debajo del Aerolito.<br />

Subían todos apiñados como si formaran un solo cuerpo, y era espectáculo<br />

digno de verse el abigarrado conjunto que ofrecían por sus diversas<br />

formas y colores; pero cuando presentaron un cuadro bellísimo, para mí<br />

que lo refiero, no para el pobre Venancio á quien se le antojaron una verdadera<br />

legión de demonios, fué al rodear el Aerolito, cubriéndole por todos<br />

lados en verdadero y descomunal abordaje. Porque los tripulantes de<br />

aquellas pequeñas embarcaciones aéreas no eran ociosos que subían por<br />

mera curiosidad á ver las caras de los viajeros, ni amigos que abrían los<br />

brazos para recibirlos, sino industriales de diversas clases que se disputaban<br />

la honra de servirlos y el placer de limpiarles el bolsillo.<br />

Componíase aquella turbamulta de los encargados de negocios de los<br />

principales hoteles, cuyos globos cubiertos con una gran red, como símbolo<br />

de la pesca que iba á hacer, estaban adornados con veinticinco ó<br />

treinta banderas de distintos países, según el número de idiomas que se<br />

hablaba en el establecimiento; de los corredores de fondas, restaurants,<br />

cafés y casas de bebidas, los cuales se balanceaban en el aire sobre pequeños<br />

aparatos de distintas formas: los unos sacando la cabeza en una enorme<br />

sopera, los otros acurrucados dentro de un pate'foie gras, quien cabalgando<br />

en un salmón, y cual otro á la boca de una botella, como tapón<br />

empujado por gases comprimidos. Sastres cargados de telas, colgados<br />

como de un trapecio en las anillas de unas grandes tijeras; peluqueros<br />

remedando el balancín con una tenacilla y cambiando sin cesar el color<br />

de sus cabellos; y por último, y muy de los primeros, se veían en aquel<br />

enjambre de zánganos muchos hombres serios, vestidos de angelitos y<br />

cargados de libros revoloteando con sus propias alas mecánicas en derredor<br />

del Aerolito. Y eran estos tales, á quienes dejaban el paso libre los<br />

otros industriales, agentes de las sociedades bíblicas, ó mejor dicho, corredores<br />

de las diversas sectas religiosas, que allí, como en otras partes del<br />

mundo, se mantenían honestamente repartiendo evangelios, tan contradictorios<br />

entre sí y aun consigo mismo muchos de ellos, que hacían de la<br />

verdadera religión una torre de Babel. Allí andaban los luteranos depura<br />

raza, los alemanes reformados, los presbiterianos corregidos, los metodistas<br />

expurgados, los unitarios divididos, los protestantes escamados y<br />

tantas y tantas sectas que era cosa de perder el juicio.<br />

En poco más de tres minutos que duró el descenso del Aerolito recibió<br />

Venancio siete Biblias distintas, más de cincuenta tarjetas con las señas<br />

de otros tantos hoteles, cien listas de artículos de fonda, muchos figuri-

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