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hoy y mañana - DSpace CEU

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lar, á bajo precio y en pequeños solares, y entonces fué cuando los caseros<br />

antiguos comprendieron toda la intención del primer decreto. El<br />

respeto del ministro hacia la propiedad privada, lejos de aumentar el<br />

valor de los pies de terreno en la Puerta del Sol, hizo crecer el de las fanegas<br />

de tierra en el camino de Alcalá y de Fuencarral, y pronto se convencieron<br />

los propietarios de fincas urbanas de que había sonado la hora<br />

fatal de estos capitales y que ya no servía ponerse al paso para estrechar<br />

una calle ni estorbar el ensanche de una plazuela con la esperanza de<br />

recoger tres ó cuatro millones de reales por encoger tres ó cuatro pies la<br />

fachada.<br />

El constructor había despertado de su letargo y había comprendido<br />

que con el valor de la expropiación se podía construir en terreno libre<br />

la nueva finca, sin tener el disgusto de ver la mala cara que siempre pone<br />

el expropiado, aunque la expropiación le haya venido de molde.<br />

A todo esto, lector, cuando la construcción de los ministerios y cien<br />

otros edificios públicos y otros tantos que la industria privada destinaba<br />

á fondas, almacenes y viviendas para particulares estaba en todo su vigor,<br />

andaba la marimorena en el Parlamento, también sobre cuestiones<br />

de ensanche, y se regateaban, no ya los pies, sino las pulgadas de derechos<br />

políticos, con harta más codicia que las fanegas de tierra en las afueras<br />

de la población.<br />

Los proyectos de ley presentados por el gobierno eran tan liberales,<br />

que los primeros que se levantaron á combatirlos fueron los que hasta<br />

entonces habían pasado por jefes y maestros de la escuela liberal; y fué<br />

un espectáculo en extremo curioso ver un ministerio haciendo una revolución<br />

que les venía grande á los más fogosos revolucionarios. Y todo<br />

consistía en que Chirivitas el Yesero aplicaba al ensanche de la libertad<br />

el mismo sistema que al ensanche de la población. Quería construir nuevos<br />

edificios y dejar que los antiguos se cayesen de viejos. La expropiación<br />

de un derecho le parecía tan arbitraria y tan injustificable como la<br />

expropiación de una casa ó de una tierra.<br />

Y para que veas, lector, que no exagero nada, allá te va, literalmente<br />

copiado, el discurso que pronunció nuestro hombre en una de las sesiones<br />

más tempestuosas de la legislatura de 1872.<br />

«Señores, dijo en medio de los murmullos y de los gritos de la Asamblea,<br />

no saben ustedes de qué manera me dan por el gusto con esa bulla<br />

que arman ahora que yo estoy hablando. Yo soy tan liberal que quiero<br />

siempre que cada uno haga lo que le dé la gana. La libertad, si no es absoluta,<br />

es la tiranía.<br />

»Desde el momento en que ustedes me dicen que el hombre libre tiene<br />

tales ó cuales derechos, es decir, que no los tiene todos, digo yo que no

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