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hoy y mañana - DSpace CEU

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te aconsejo que moderes tu curiosidad, y que viéndola cual yo te la enseñaré<br />

ahora, te figures estarla conociendo en tus tiempos.<br />

Si como decía un refrán de los hombres de AYER, «por el hilo se saca<br />

el ovillo,» y como dicen los sentenciosos críticos de HOY, «el estilo es el<br />

hombre,» aplica esta máxima á las mujeres, y por el contenido de las cartas<br />

que la madre extremeña escribió á su hijo saca tú lo que es ella.<br />

Imagínate una de aquellas señoras hacendosas ele los primeros años<br />

del siglo, para quienes la religión consistía en creer en Dios apuño cerrado;<br />

la familia en obedecer como esclavas á sus maridos, y la política en<br />

decir quien manda manda, añadiendo como resumen de su fe religiosa<br />

y su fe política que no había de faltarles ni rey que les mandara ni papa<br />

que les excomulgase, y te irás acercando á conocer á mi señora doña<br />

lluperta. Y si sabes restar de esos tipos la enseñanza que dieron las revoluciones<br />

á las madres de familia que vivían en la corte y en las grandes<br />

capitales de provincia, pensando en que mi extremeña si alguna vez oyó<br />

leer la Gaceta fué siempre con un mes de retraso y sin que dejara de<br />

repetir aquello de mientes más que la Gaceta, te habrás aproximado mucho<br />

más al retrato; teniéndole perfecto y acabado con sólo recordar lo<br />

que ya te he dicho en otra ocasión y te repito ahora, de que en los últimos<br />

años se enamoró algún tanto de las ideas modernas, á lo cual contribuyó<br />

en gran parte el amor de madre y el deseo natural y justo de que<br />

su hijo, pudiendo ser por su nacimiento mucho más, no estuviera siendo<br />

menos que el de doña Tomasa, su convecina.<br />

Pero la envidia que tenía á doña Tomasa no fué la causa primordial<br />

de su amor hacia las ideas modernas, porque ya cuando el hijo de aquélla<br />

fué nombrado ministro y su madre se pavoneó por el lugar con la noticia,<br />

doña Ruperta se atrevía á disputar con el viejo general que estaba de<br />

cuartel en el pueblo y con el señor cura, defendiendo las mejoras materiales<br />

que, como ella decía, no estaban reñidas con la religión y con el<br />

amor al rey y las buenas costumbres.<br />

No era muy joven el célebre Alonso Quijada cuando á fuerza de leer<br />

las hazañas de los caballeros andantes se lanzó al mundo decidido á resucitar<br />

la antigua caballería, y viejas, muy viejas, registra la historia que,<br />

entusiasmadas con la lectura de las novelas, se han figurado ser más hermosas<br />

y más jóvenes que las heroínas de aquellas fábulas y han creído<br />

ver en cada hombre un Malek-Adelk ó un Abelardo.<br />

Pero doña lluperta no iba tan allá en su amor á los adelantos del siglo<br />

que fuera capaz de hacer cosa que no estuviera en armonía con sus años,<br />

con sus sentimientos cristianos y con sus buenas costumbres, y si yo he<br />

citado esos ejemplos ha sido para probar que nada hubiese tenido de<br />

extraño que así como á D. Quijote le trastornaron los sesos la lectura

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