13.05.2013 Views

hoy y mañana - DSpace CEU

hoy y mañana - DSpace CEU

hoy y mañana - DSpace CEU

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

cían ni de vista siquiera. Los ojos del uno y los de la otra habían nacido<br />

para verse, pero no habían sabido mirarse. Eran los platillos de un mismo<br />

espejo ustorio, que no habían encendido lumbre porque colocados fuera<br />

de la recta habían echado sus rayos de fuego por los cerros de Übeda.<br />

Más claro aún y más á la moda, lectores: eran dos locomotoras que<br />

marchaban á encontrarse y cambiaban de vía antes de llegar al punto del<br />

choque. Por eso Norma, que advirtió el chispazo, dijo para sus adentros:<br />

«Ya pareció aquello.»<br />

Y desde entonces ni una sola vez alzaron los ojos aquellos dos seres<br />

sin que dejaran de sorberse mutuamente las miradas. Siendo tantas y tan<br />

cargadas de amor las que en poco tiempo se cruzaron, que los corazones<br />

en que las metieron amaban á más no poder ardiendo como volcanes.<br />

Circunstancia esta última muy digna de tenerse en cuenta, como<br />

prueba de que el magnetismo, que es el verdadero conductor del amor,<br />

no obedece á las mismas leyes físicas que el calórico; porque mientras<br />

Safo y Venancio tenían sus corazones á 30 sobre cero, el aire en que respiraban<br />

estaba 50 grados más bajo. Por eso, en tanto que ellos se abrasaban<br />

con sólo mirarse, tiritaban de frío las demás personas que iban en el<br />

Aerolito ascendente, que así se llamaba el vehículo que les transportaba<br />

en alas del viento, ni más ni menos que iban y venían los poetas antiguos<br />

cuando cabalgaban por los aires en alas de su fantasía.<br />

Norma se frotó los pechos y las sienes con la mezcla frigorífica que<br />

sirvió para deshelar á Venancio, y los otros viajeros usaban específicos<br />

análogos, sin que á ninguno de ellos se le viera cerrarse á piedra y lodo<br />

los órganos respiratorios con una bufanda, ni cubrirse los hombros con<br />

una capa, ni meter las manos en un manguito de pieles. Todos llevaban<br />

trajes ligeros y desembarazados, y una señora inglesa que viajaba sola y<br />

aun se aislaba cuanto podía de los demás, ni siquiera usaba los frigoríficos<br />

alcalinos que los demás viajeros, sino que con un pincel que mojaba<br />

de vez en cuando en un botecito de cristal, se untaba tan pronto las sienes<br />

como los labios y principalmente la punta de la nariz, que la tenía<br />

extremadamente larga y debía estar por esta razón á uno ó dos grados<br />

menos de temperatura que la que marcaba el termómetro.<br />

Nadie tuvo la curiosidad de preguntarle qué clase de específico era<br />

aquel que usaba, y en esto obraron como cuerdos y aun como experimentados,<br />

porque es seguro que siendo inglesa no se habría dignado sacarlos<br />

de la curiosidad, y en silencio como cartujos siguieron rasgando el aire<br />

hasta ponerse en gran altura perpendiculares á la gran ciudad de Copenhague.<br />

Lento, muy lento y con aire de verdadera majestad fué el descenso<br />

del Aerolito ascendente, no porque á la máquina le faltara fuerza para<br />

arrollar en un segundo la columna de aire que le cubría el centro de gra-

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!