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La Muerte de Lord Edgware

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nosotros es una verda<strong>de</strong>ra lástima.<br />

—He hablado con la camarera, pero no he sacado nada en limpio. También<br />

he ido a ver a aquella joven que tiene una tienda <strong>de</strong> sombreros y que era muy<br />

amiga <strong>de</strong> miss Adams.<br />

—Hombre, a propósito; ¿qué le ha parecido miss Driver? —dijo Poirot<br />

pensativamente.<br />

—Una muchacha muy lista, pero no ha <strong>de</strong>clarado nada <strong>de</strong> particular. Me ha<br />

contestado lo mismo que todos los <strong>de</strong>más amigos y conocidos <strong>de</strong> la muerta a<br />

quienes he interrogado. «Que era una joven muy simpática, que no mantenía<br />

amistad íntima con ningún hombre.» Y eso no es verdad. No es lógico. Para<br />

esas mujeres es imprescindible la amistad <strong>de</strong> los hombres. Esa estúpida<br />

lealtad <strong>de</strong> los amigos es la que dificulta la labor <strong>de</strong> la Policía —se <strong>de</strong>tuvo para<br />

tomar aliento, y, entre tanto, le volví a llenar el vaso—. ¡Gracias, capitán<br />

Hastings! ¿Qué estaba diciendo? ¡Ah, sí! Bueno; pues hay por lo menos doce<br />

individuos con quienes ha ido a cenar, a bailar y a distintos sitios más; pero parece<br />

que ninguno <strong>de</strong> ellos le interesaba más que otro cualquiera. Entre esos<br />

sujetos está el actual lord <strong>Edgware</strong>, el artista <strong>de</strong> cine Bryan Martin y otros<br />

varios. <strong>La</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> usted <strong>de</strong> que <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> todo eso se oculta un hombre me<br />

parece <strong>de</strong>scabellada. Mi opinión es que obró por cuenta propia, y ahora trato<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir qué clase <strong>de</strong> relaciones eran las que existían entre ella y el<br />

muerto. Creo que tendré que ir a París. En la inscripción <strong>de</strong> la cajita <strong>de</strong> oro dice<br />

París, y lord <strong>Edgware</strong> fue varias veces a París durante el otoño pasado para<br />

asistir a subastas y comprar algunas curiosida<strong>de</strong>s, según me dijo miss Carroll.<br />

Sí, tengo que ir a París. Mañana empieza la investigación judicial; por eso tal<br />

vez aplace el viaje, aunque, <strong>de</strong> todas maneras, puedo tomar el barco <strong>de</strong> la<br />

tar<strong>de</strong>.<br />

—Es usted un hombre <strong>de</strong> una actividad terrible. Me confun<strong>de</strong> usted.<br />

—Sí; y mientras tanto, usted aquí, sentadito tranquilamente, volviéndose cada<br />

vez más perezoso. Lo único que sabe hacer es sentarse y pensar, haciendo<br />

trabajar las células grises, como usted dice. Hay que ir a buscar las cosas, en<br />

lugar <strong>de</strong> esperar que vengan ellas solas a nosotros.<br />

Nuestra joven sirvienta abrió la puerta y dijo:<br />

—Está aquí míster Bryan Martin. ¿Le hago pasar?<br />

—Bueno, Poirot, me marcho —dijo Japp levantándose—. Por lo visto, todas

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