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—Pero el asesino no lo sabía. Él contaba con que Jane Wilkinson sería<br />
ahorcada y que Charlotte Adams guardaría secreto.<br />
—A usted le gusta mucho hablar por hablar, amigo Poirot, y ahora está<br />
firmemente convencido <strong>de</strong> que Ronald Marsh es un angelical muchacho,<br />
incapaz <strong>de</strong> hacer nada malo. ¿Cree usted ese cuento <strong>de</strong> que vio entrar<br />
subrepticiamente a un hombre en la casa?<br />
Poirot se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />
—¿Sabe usted quién dice que creyó que era? —añadió Japp.<br />
—Me lo imagino.<br />
—El artista <strong>de</strong> cine Bryan Martin. ¿Qué le parece? Un hombre que no conocía<br />
a lord <strong>Edgware</strong>.<br />
—Sí; resulta bastante extraño que un hombre así entrase con llave en aquella<br />
casa.<br />
—¡Ah! —dijo Japp con una expresión <strong>de</strong> alegría en el rostro—. Y ahora<br />
supongo que se sorpren<strong>de</strong>rá usted al enterarse <strong>de</strong> que Bryan Martin no estaba<br />
en Londres entonces. Fue con una joven a cenar a Molesey y no volvieron<br />
hasta <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> medianoche.<br />
—¡Ah! —dijo Poirot suavemente—. No me sorpren<strong>de</strong>. ¿Pertenece también a<br />
la profesión esa joven?<br />
—No; es una muchacha que tiene una tienda <strong>de</strong> sombreros. Casualmente es<br />
la amiga <strong>de</strong> miss Adams, miss Driver. Supongo que aceptará su <strong>de</strong>claración sin<br />
sospechas.<br />
—Sin duda, amigo mío.<br />
—<strong>La</strong> historia que nos contó es absurda. Nadie entró en el número diecisiete<br />
ni en ninguna <strong>de</strong> las casas <strong>de</strong> aquella acera. ¿Qué nos <strong>de</strong>muestra eso? Pues<br />
que su excelencia es un embustero.<br />
Poirot movió la cabeza tristemente, mientras Japp se levantaba, sintiéndose<br />
vencedor.<br />
—Estamos en lo cierto, no lo du<strong>de</strong>, Poirot.<br />
—¿Quién es «D. París, noviembre»? Japp se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />
—Supongo que se trata <strong>de</strong> una antigua historia. ¿Acaso no pue<strong>de</strong> una<br />
muchacha conservar seis meses un recuerdo sin que éste tenga algo que ver<br />
con el crimen?<br />
—Seis meses —murmuró Poirot. De pronto brilló en sus ojos una luz—. Rien,