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que toman drogas. Lo publicó un diario en su edición dominical, ilustrado con la<br />
fatal cajita <strong>de</strong>l mortífero contenido y la patética figura <strong>de</strong> una joven en la flor <strong>de</strong><br />
la edad. En dicho artículo explicaba cómo pasó la última noche <strong>de</strong> su vida la<br />
infeliz muchacha y una infinidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>talles más. Parece que una camarera <strong>de</strong><br />
la Córner House leyó esa información y recordó que una señora a la que sirvió<br />
la noche <strong>de</strong>l crimen tenía una caja así en la mano, con las iniciales C. A. en la<br />
tapa. Muy excitada, empezó a contárselo todo a sus amigos. Tal vez algún<br />
diario le daría algo por aquella noticia. El caso es que un joven periodista se<br />
enteró y escribió un artículo que aparecerá esta noche en el Evening Shriek.<br />
Serán, seguramente, novelerías como éstas: «<strong>La</strong>s últimas horas <strong>de</strong> la<br />
inteligente actriz... Esperando al hombre que no llega... Una camarera advierte<br />
que algo extraño le pasa.» En fin, ya sabe usted, Poirot, cómo hinchan los<br />
sucesos los periodistas.<br />
—¿Y cómo ha llegado a usted tan pronto esa noticia?<br />
—Es que estamos en muy buenas relaciones con el Evening Shriek. Vino a<br />
traérmela en persona ese joven periodista, tan pronto como llegó a su<br />
conocimiento. Inmediatamente <strong>de</strong>spués corrí a la Córner House.<br />
Sentí gran lástima por Poirot. Allí estaba Japp con todas aquellas noticias<br />
nuevecitas, cuyos <strong>de</strong>talles, probablemente, tendrían un gran valor, mientras<br />
que Poirot <strong>de</strong>bía conformarse con las noticias ya atrasadas.<br />
—He hablado con la camarera <strong>de</strong> la Córner House —siguió el inspector—, y<br />
no creo que haya motivo para dudar <strong>de</strong> su <strong>de</strong>claración. No ha podido reconocer<br />
a Charlotte Adams en la fotografía, pues, según dice, no distinguió claramente<br />
el rostro <strong>de</strong> la señora. Asegura que era joven, morena, <strong>de</strong>licada y que vestía<br />
muy bien. Llevaba uno <strong>de</strong> esos sombreros la<strong>de</strong>ados <strong>de</strong> última moda. Ojalá las<br />
mujeres se fijaran un poco más en la cara y menos en los sombreros.<br />
—El rostro <strong>de</strong> miss Adams no era fácil <strong>de</strong> observar —advirtió Poirot—. Tenía<br />
una gran movilidad.<br />
—Creo que tiene usted razón, aunque no me he <strong>de</strong>tenido en tales <strong>de</strong>talles.<br />
Según dice la camarera, la señora iba vestida <strong>de</strong> negro, y llevaba una caja <strong>de</strong><br />
las que se emplean para los vestidos. Se fijó particularmente en eso, porque le<br />
chocó que una señora tan elegante llevase una caja así. Dice que pidió<br />
revoltillo <strong>de</strong> huevos y café, aunque, en realidad, ella supone que esperaba a<br />
alguien, pues no hacía más que mirar su reloj <strong>de</strong> pulsera Cuando la llamó para