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La Muerte de Lord Edgware

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hecho que me siguiera otro, otro a quien no me fuese posible reconocer.<br />

—En effet, otro sin ese utilísimo diente <strong>de</strong> oro.<br />

—Exactamente. Quizá me equivoqué, pero yo lo consi<strong>de</strong>ré mejor así.<br />

—Un momento, míster Martin. Usted ha aludido a «ellos» hace un momento.<br />

¿A qué «ellos» se refiere usted?<br />

—Es una simple forma <strong>de</strong> expresión mía, aunque presiento, no sé por qué, <strong>de</strong><br />

un modo vago, que «ellos» existen en el fondo <strong>de</strong> ese suceso.<br />

—¿llene usted alguna razón que motive ese presentimiento?<br />

—Ninguna<br />

—¿Y dice usted que no tiene la menor i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l porqué le seguían?<br />

—En absoluto. Por lo menos...<br />

—Continuez—dijo Poirot, animándole.<br />

—Se me ocurre una cosa —dijo Bryan Martin, lentamente—. Es una simple<br />

conjetura<br />

—Una conjetura, señor mío. pue<strong>de</strong> muy bien ser a veces una solución.<br />

—Está relacionado con un inci<strong>de</strong>nte ocurrido en Londres hace unos dos años.<br />

Fue un inci<strong>de</strong>nte sin importancia; pero tan inexplicable, que me ha sido<br />

imposible olvidarlo. Me ha tenido mucho tiempo preocupado, todo porque no he<br />

podido encontrarle hasta ahora ninguna explicación. Bien pudiera ser que esa<br />

persecución estuviera ligada <strong>de</strong> alguna manera con él; pero, ¡por mi vida!, que<br />

yo no sé por qué ni cómo.<br />

—Quizá pueda yo explicárselo.<br />

—Tal vez, pero... —la turbación <strong>de</strong> Bryan Martin renacía—. Lo difícil <strong>de</strong>l caso<br />

—continuó— es que no puedo contárselo a usted..., <strong>de</strong> momento. Hasta <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong> unos días no estaré en situación <strong>de</strong> hacerlo —aguijoneado por la<br />

interrogadora mirada <strong>de</strong> Poirot, continuó con <strong>de</strong>sesperación—: Es que..., ¿sabe<br />

usted?, se trata <strong>de</strong> una mujer.<br />

—¡Ah! Parfaitement ¿Una mujer inglesa?<br />

—Sí. ¿Cómo lo sabe usted?<br />

—Muy sencillo. Usted no me lo pue<strong>de</strong> contar hasta <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> dos o tres días,<br />

lo que significa que ha <strong>de</strong> obtener para ello el permiso <strong>de</strong> la joven. Por tanto,<br />

ella está en Inglaterra También <strong>de</strong>bía estar en Inglaterra durante el tiempo que<br />

fue usted perseguido, pues, <strong>de</strong> haber estado en América, hubiesen uste<strong>de</strong>s<br />

hablado entonces <strong>de</strong> lo que ocurría. Por consiguiente, si ha estado en

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