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—El asunto <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> lord <strong>Edgware</strong> se hace por momentos más<br />
intrincado. ¿No le parece a usted?<br />
—Mucho. ¿Sabe si tiene la Policía alguna nueva pista..., ya que Jane está<br />
<strong>de</strong>scartada <strong>de</strong>l crimen?<br />
—Mais oui, tiene una fundada sospecha. Bryan Martin parecía nervioso.<br />
—¿Sí? ¿De quién se sospecha?<br />
—El criado ha <strong>de</strong>saparecido... Huir es igual que confesar, ¿compren<strong>de</strong><br />
usted?<br />
—¡Huir el criado! Me extraña mucho.<br />
—Un hombre extraordinariamente guapo. // vous ressemble un peu —y se<br />
inclinó ante Bryan Martin.<br />
Entonces comprendí yo por qué el rostro <strong>de</strong>l criado, al verle por primera vez,<br />
me recordó a alguien que ya había visto antes.<br />
—¡Qué adulador es usted! —dijo Bryan Martin echándose a reír.<br />
—¡Oh, no, no! ¿No es cierto que todas las jovencitas, ya sean criadas,<br />
coristas, mecanógrafas o aristocráticas, adoran a Bryan Martin?<br />
—Vamos, sí, un verda<strong>de</strong>ro lote <strong>de</strong> chicas —dijo Martin levantándose<br />
bruscamente—. Le reitero las gracias, monsieur Poirot, por todas sus<br />
molestias, y le repito otra vez que me dispense.<br />
Nos estrechamos las manos. A mí me hizo el efecto <strong>de</strong> que había envejecido<br />
en unos instantes. Su trastorno era evi<strong>de</strong>nte.<br />
Devorado por la curiosidad, tan pronto como la puerta se cerró tras él,<br />
<strong>de</strong>scargué un chaparrón <strong>de</strong> preguntas sobre mi amigo.<br />
—Poirot, ¿suponías verda<strong>de</strong>ramente que Bryan Martin renunciaría a las<br />
pesquisas para averiguar la extraña persecución <strong>de</strong> que fue objeto en<br />
América?<br />
—Ya me lo has oído <strong>de</strong>cir, Hastings.<br />
—Sí, pero...<br />
—¿Quieres ahora saber quién es la misteriosa muchacha a quien tenía que<br />
consultar? —él sonrió—. Tengo una i<strong>de</strong>a, amigo mío, que proviene, como te<br />
dije, <strong>de</strong> ese <strong>de</strong>talle <strong>de</strong>l diente <strong>de</strong> oro, y si no es equivocada, sé quién es la<br />
muchacha. Sé por qué no permite a míster Martin que me confíe el asunto; en<br />
fin, sé la verdad <strong>de</strong> todo ese suceso. Y también podrías tú conocerla si<br />
quisieras emplear las células grises que te dio Dios. Aunque a veces creo que