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Poirot movió lentamente la cabeza.<br />
—No es cuestión <strong>de</strong> dinero, madame. No puedo hacer nada..., por una razón<br />
que quisiera po<strong>de</strong>r explicarle. No veo que se pueda hacer nada. No puedo<br />
ayudarla, madame la duchesse. ¿No tomará usted a mal que le dé un consejo?<br />
—¿Qué consejo?<br />
—No se oponga usted a los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> su hijo. Tiene ya edad para obrar por<br />
sí mismo. Porque su gusto no es el <strong>de</strong> usted, no se obstine en creer que el <strong>de</strong><br />
usted es el bueno. Si es una <strong>de</strong>sgracia, acéptela. Esté dispuesta a ayudarle<br />
cuando lo necesite. No le obligue a ser su enemigo.<br />
—Usted no entien<strong>de</strong> nada <strong>de</strong> esto.<br />
Se puso en pie. Le temblaban los labios. Notábase su indignación.<br />
—Sí, madame la duchesse; comprendo muy bien. Comprendo el corazón <strong>de</strong><br />
una madre. Nadie mejor que Hércules Poirot lo compren<strong>de</strong>. Sin embargo, le<br />
digo a usted, con conocimiento <strong>de</strong> causa, que sea paciente. Sea paciente y<br />
serena y disfrace sus sentimientos. Hay todavía la esperanza <strong>de</strong> que el asunto<br />
se resuelva por sí mismo. <strong>La</strong> oposición sólo serviría para aumentar la<br />
obstinación <strong>de</strong> su hijo.<br />
—Adiós, monsieur Poirot —dijo fríamente—. Me he llevado un <strong>de</strong>sengaño.<br />
—Siento mucho, señora, no po<strong>de</strong>r hacer nada en su servicio. Estoy en una<br />
situación difícil. <strong>La</strong>dy <strong>Edgware</strong> me concedió, hace algún tiempo, el honor <strong>de</strong><br />
consultarme.<br />
—¡Ah, comprendo! —su voz era cortante como un cuchillo—. Está usted en el<br />
campo contrario. Esto explica que lady <strong>Edgware</strong> no haya sido <strong>de</strong>tenida por<br />
haber asesinado a su marido.<br />
—Comment, madame la duchesse?<br />
—Creo que ha oído usted perfectamente lo que he dicho. ¿Por qué no ha<br />
sido <strong>de</strong>tenida? Estuvo allí aquella noche. <strong>La</strong> vieron entrar en la casa...; luego,<br />
en la biblioteca. Nadie más se acercó a él y fue hallado muerto. Y todavía no<br />
está arrestada. Nuestros policías están completamente corrompidos.<br />
Con mano temblorosa se arrolló el chal al cuello, y con la <strong>de</strong>spreocupación <strong>de</strong><br />
un chiquillo, salió <strong>de</strong> la habitación.<br />
—¡Caray! —dije—. ¡Qué mujer! De todas maneras, la admiro. ¿Y tú?<br />
—¿Por qué quiere arreglarlo todo según su modo <strong>de</strong> pensar?<br />
—Al fin y al cabo, lo único que ella quiere es salvar a su hijo. Poirot inclinó la