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La Muerte de Lord Edgware

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Jane. Me divierte. ¿Vio usted la cara que puso la otra noche cuando la llamé<br />

así? No tenía la menor i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> quién era yo.<br />

—En verité?<br />

—Sí; me echaron <strong>de</strong> aquí tres meses antes que ella viniese —la fausta<br />

expresión <strong>de</strong> su rostro <strong>de</strong>sapareció por un momento. Luego siguió<br />

alegremente—. Una mujer muy hermosa, pero nada perspicaz; el método que<br />

utilizó fue algo imperfecto, ¿no le parece?<br />

Poirot se encogió <strong>de</strong> hombros y dijo:<br />

—Es posible.<br />

Ronald le miró curiosamente.<br />

—Me parece que usted no cree en su culpabilidad. ¿Es que le ha flechado a<br />

usted también?<br />

—Siento gran admiración por la belleza —dijo Poirot suavemente—. Pero<br />

también por la verdad —pronunció la última palabra muy lentamente,<br />

silabeando.<br />

—¿Verdad?<br />

—Tal vez no sepa usted, lord <strong>Edgware</strong>, que lady <strong>Edgware</strong> estaba en una<br />

fiesta, en Chiswick, durante el tiempo que dicen haberla visto aquí.<br />

Ronald se mostró asombrado.<br />

—Entonces, ¿fue a la fiesta, a pesar <strong>de</strong> todo? ¡Qué mujer! A las seis <strong>de</strong> la<br />

tar<strong>de</strong> aseguraba que nada <strong>de</strong>l mundo la haría ir, y diez minutos <strong>de</strong>spués había<br />

ya cambiado <strong>de</strong> parecer. Está visto que cuando se planea un crimen, nunca<br />

pue<strong>de</strong> uno confiar en que una mujer hará lo que dice. Por eso los crímenes<br />

mejor planeados fracasan. No, monsieur Poirot, no me estoy inculpando yo<br />

mismo. ¡Oh!, sí, no crea que no puedo leer lo que pasa por su cerebro. ¿Quién<br />

es, lógicamente, el más sospechoso? El muy conocido y pateado sobrino —se<br />

recostó en la silla, riendo entre dientes—. Le ahorraré un poco <strong>de</strong> materia gris,<br />

monsieur Poirot. No necesita usted buscar alguien que me viese con tía Jane<br />

cuando ella dijo que nunca, nunca, nunca saldría aquella noche, etcétera. Yo<br />

estaba allí. También se pregunta usted si en realidad el sobrino pateado vino<br />

aquí la última noche, disfrazado con un elegante traje <strong>de</strong> mujer y un sombrero<br />

<strong>de</strong> última moda.<br />

Parecía divertirle la situación y nos miraba sonriente a los dos. Poirot, con la<br />

cabeza algo inclinada, le observaba atentamente. Yo me sentía molesto.

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