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CAPITULO TRECE<br />
EL SOBRINO<br />
<strong>La</strong> aguda mirada <strong>de</strong>l nuevo lord <strong>Edgware</strong> advirtió mi ligero sobresalto.<br />
—¡Ah! —dijo amablemente—. Usted también estaba en aquella cena <strong>de</strong> tía<br />
Jane. Yo allí no fui más que una sombra y por eso creí haber pasado<br />
inadvertido.<br />
Poirot se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> Geraldine Marsh y <strong>de</strong> miss Carroll.<br />
—Les acompañaré hasta abajo —dijo Ronald amablemente—. Qué cosa más<br />
rara es la vida. Un día me echan a patadas, y al siguiente soy dueño <strong>de</strong>l<br />
castillo... Mi no llorado tío me echó a puntapiés, como sabrán uste<strong>de</strong>s, hace<br />
tres años. Le supongo ya enterado <strong>de</strong> todo esto, monsieur Poirot.<br />
—He oído hablar <strong>de</strong> ello —replicó tranquilamente mi amigo.<br />
—Claro, una cosa así tiene que conocerse. El celoso sabueso no pue<strong>de</strong><br />
ignorarla —hizo una mueca. Luego abrió la puerta <strong>de</strong>l comedor—. ¿Quieren<br />
beber algo antes <strong>de</strong> marcharse? —invitó, cortés.<br />
Poirot rehusó y yo también; pero él se preparó una mezcla y siguió hablando:<br />
—¡Por la asesina! —dijo alegremente—. En el corto espacio <strong>de</strong> una sola<br />
noche me ha convertido, <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sesperación <strong>de</strong> los acreedores, en la<br />
esperanza <strong>de</strong> los merca<strong>de</strong>res. Ayer la ruina me pisaba los talones; hoy el<br />
mundo es mío. ¡Dios te bendiga, tía Jane! —vació el vaso. Luego, con un<br />
súbito cambio <strong>de</strong> maneras, habló a Poirot—: Ahora, seriamente, monsieur<br />
Poirot. ¿Qué hace usted aquí? Hace cuatro días que tía Jane <strong>de</strong>cía<br />
dramáticamente: «¿Quién quiere librarme <strong>de</strong> ese maldito tirano?», y he aquí<br />
que ya lo está. Supongo que no habrá sido por mediación <strong>de</strong> usted. «El crimen<br />
perfecto», por Hércules Poirot, sabueso <strong>de</strong> la Policía.<br />
—Estoy aquí esta tar<strong>de</strong> por indicación <strong>de</strong> Geraldine Marsh.<br />
—Una discreta contestación, ¿verdad, monsieur Poirot? ¿Qué hace usted<br />
aquí realmente? Por una causa u otra, a usted le interesa la muerte <strong>de</strong> mi tío.<br />
—Siempre me interesan los asesinatos.<br />
—Pero usted no lo cometió. Es usted muy pru<strong>de</strong>nte. Debió apren<strong>de</strong>r la<br />
cautela <strong>de</strong> mi tía. Cautela y algo <strong>de</strong> disimulo. Dispénseme que le llame tía