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La Muerte de Lord Edgware

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—¿De qué?<br />

—De lo que dijo Ross acerca <strong>de</strong> que habían sido trece a la mesa. Y que sería<br />

el primero en morir.<br />

Poirot no contestó. Yo sentí cierto malestar, como suele ocurrir cuando nos<br />

encontramos con que las supersticiones se confirman.<br />

—Admitirás que es raro —dije en voz baja.<br />

—¿Eh?<br />

—Digo que es raro eso <strong>de</strong> Ross y <strong>de</strong> los trece. ¿En qué estabas pensando?<br />

Con profundo asombro y disgusto vi que Poirot empezaba a retorcerse <strong>de</strong><br />

risa. Parecía que iba a darle un ataque. Indudablemente, algo había causado<br />

aquel regocijo.<br />

—¿De qué diablos te ríes? —pregunté vivamente.<br />

—¡Oh! Es que me he acordado <strong>de</strong> una adivinanza que oí el otro día. Te la voy<br />

a <strong>de</strong>cir. ¿Qué animal tiene dos patas, plumas y ladra?<br />

—<strong>La</strong> gallina —dije malhumorado—. Lo sabía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que tenía dos años.<br />

—Eso no vale, Hastings; tenías que haber dicho: «No lo sé.» Entonces yo<br />

hubiese contestado: «<strong>La</strong> gallina.» Y tú: «Pero la gallina no ladra.» Y yo hubiese<br />

dicho: «¡Ah! Eso es para <strong>de</strong>spistar.» Supongamos que esa es la explicación <strong>de</strong><br />

la letra «D».<br />

—Pero todo eso no tiene sentido.<br />

—Para la mayor parte <strong>de</strong> la gente, no; pero para ciertos cerebros, sí. ¡Oh, si<br />

alguien pudiese contestarme!...<br />

En aquel momento pasábamos junto a un importante cine. El público que<br />

salía <strong>de</strong>l local hablaba animadamente, comentando las películas que acababa<br />

<strong>de</strong> ver. Mezclados entre un grupo, atravesamos la Euston Road.<br />

—«Me ha gustado mucho —iba diciendo una muchacha—. Bryan Martin es<br />

encantador; no pierdo ni una película suya. ¡Qué emocionante es aquella<br />

escena en que baja a caballo por aquel barranco y por fin llega a tiempo con<br />

los documentos!»<br />

Su compañero no era tan entusiasta.<br />

—«Todo eso es una idiotez. Si hubiesen tenido la sensatez <strong>de</strong> interrogar a<br />

Ellis en seguida, como hubiese hecho cualquier persona <strong>de</strong> sentido común...»<br />

El final no lo oí. Al llegar a la acera me volví, y vi que Poirot estaba parado en<br />

medio <strong>de</strong> la calle, con grave peligro <strong>de</strong> morir aplastado por alguno <strong>de</strong> los

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