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miraban <strong>de</strong> una manera que parecían ocultar algo. En realidad, eran unos ojos<br />
muy extraños. Sus maneras eran suaves y ceremoniosas. !<br />
—¿Monsieur Hércules Poirot y el capitán Hastings? Hagan el favor <strong>de</strong><br />
sentarse.<br />
Obe<strong>de</strong>cimos. <strong>La</strong> habitación era fría; por la única ventana que había en ella<br />
entraba la luz tenuemente, y la oscuridad contribuía a enfriar la atmósfera<br />
<strong>Lord</strong> <strong>Edgware</strong> cogió <strong>de</strong> sobre su mesa la carta escrita por mi amigo.<br />
—Des<strong>de</strong> luego, conozco su nombre y su fama, monsieur Poirot. Hay muy<br />
pocos que no le conozcan —Poirot se inclinó ante el cumplido—. Pero, la<br />
verdad, no comprendo su intervención en este asunto. Me dice usted en su<br />
carta que <strong>de</strong>sea verme en nombre <strong>de</strong>... —se <strong>de</strong>tuvo un momento— mi esposa.<br />
Pronunció las dos últimas palabras <strong>de</strong> un moda particular, como si le costase<br />
un gran esfuerzo.<br />
—Así es —dijo Poirot.<br />
—Yo creí que usted era sólo investigador <strong>de</strong> crímenes, monsieur Poirot.<br />
—De problemas, lord <strong>Edgware</strong>. Hay problemas <strong>de</strong> crímenes, ciertamente;<br />
pero hay, a<strong>de</strong>más, otros problemas.<br />
—Es verdad. ¿Quiere <strong>de</strong>cirme <strong>de</strong> qué clase es este intrincado problema?<br />
<strong>La</strong> burla estaba latente en sus palabras.<br />
—Tengo el honor <strong>de</strong> venir a usted en nombre <strong>de</strong> lady <strong>Edgware</strong> —dijo—. <strong>La</strong>dy<br />
<strong>Edgware</strong>, como usted ya <strong>de</strong>be saber, <strong>de</strong>sea... divorciarse.<br />
—Estoy enterado <strong>de</strong> eso —dijo lord <strong>Edgware</strong> fríamente.<br />
—Su esposa me indicó que usted y yo podríamos tratar <strong>de</strong> ese asunto.<br />
—No hay nada que tratar.<br />
—Entonces, ¿se niega usted?<br />
—¿Negarme? De ningún modo.<br />
Lo que menos esperaba Poirot era semejante contestación. Pocas veces<br />
había visto a mi amigo tan asombrado. Su aspecto era realmente ridículo. Con<br />
la boca abierta, la pasmada expresión <strong>de</strong> los ojos y las cejas arqueadísimas,<br />
parecía, en realidad, la caricatura <strong>de</strong> una revista festiva.<br />
—Comment!—exclamó—. ¿Cómo es eso? ¿Que usted no se niega?<br />
—No sé cómo interpretar su asombro, monsieur Poirot.<br />
-Ecoutez, ¿realmente está usted dispuesto a divorciarse <strong>de</strong> su mujer?<br />
—Claro que sí, y ella <strong>de</strong>be saberlo, puesto que la escribí diciéndoselo.