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La Muerte de Lord Edgware

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en un hotel extranjero, era realmente asombroso. Parodiaba, uno tras otro, a<br />

americanos, a turistas alemanes, a toda una familia inglesa <strong>de</strong> clase media, a<br />

muchachas <strong>de</strong> dudosa moralidad, a nobles rusos arruinados, sin omitir a los<br />

serviciales camareros.<br />

<strong>La</strong>s escenas representadas, unas eran alegres y otras tristes,<br />

alternativamente. Por ejemplo, la <strong>Muerte</strong> <strong>de</strong> una mujer checoslovaca en un<br />

hospital ponía un nudo en la garganta <strong>de</strong> los espectadores; pero al poco rato se<br />

<strong>de</strong>sternillaba uno <strong>de</strong> risa ante la amabilidad <strong>de</strong> un <strong>de</strong>ntista con sus futuras<br />

víctimas.<br />

<strong>La</strong> función se terminaba con lo que ella llamaba Algunas imitaciones, en las<br />

cuales estaba <strong>de</strong> nuevo maravillosa. Sin la menor caracterización, sus rasgos<br />

parecían <strong>de</strong>formarse para adquirir los <strong>de</strong> algún célebre político, o los <strong>de</strong> alguna<br />

actriz famosa, o los <strong>de</strong> alguna bella mundana. En cada caracterización<br />

empleaba la manera <strong>de</strong> hablar especial que el personaje requería, resultando<br />

maravillosamente exacta.<br />

Una <strong>de</strong> sus últimas imitaciones fue la <strong>de</strong> Jane Wilkinson, inteligente artista<br />

norteamericana, célebre en Londres por su cálida voz. Yo había sido gran<br />

admirador suyo. Me entusiasmaban las interpretaciones que hacía <strong>de</strong> los<br />

personajes y muchas veces llegué a pelearme con quienes <strong>de</strong>cían que <strong>de</strong><br />

hermosa tenía mucho, pero <strong>de</strong> artista nada.<br />

Jane Wilkinson era una <strong>de</strong> esas actrices que <strong>de</strong>jan el teatro al casarse, pero<br />

que a los pocos años vuelven a él.<br />

Tres años antes habíase casado con el riquísimo, aunque algo excéntrico,<br />

lord <strong>Edgware</strong>. Corrieron rumores <strong>de</strong> que le abandonó al poco tiempo. Lo cierto<br />

fue que año y medio <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l casamiento empezó a trabajar en los estudios<br />

cinematográficos <strong>de</strong> América, y que en aquella temporada interpretó algunas<br />

obras en Londres.<br />

Uno <strong>de</strong> los gestos <strong>de</strong> Charlotte Adams, imitando a Jane Wilkinson, me hizo<br />

soltar una alegre carcajada, que fue seguida por otra que alguien lanzó a mi<br />

espalda. Me volví para ver quién era y me encontré ante la propia imitada, lady<br />

<strong>Edgware</strong>, más conocida por Jane Wilkinson.<br />

Al terminar la representación, la actriz aplaudió calurosamente y, riéndose, se<br />

volvió hacia su acompañante, hombre <strong>de</strong> gran belleza física, belleza que<br />

recordaba algo <strong>de</strong> las estatuas griegas, y en quien reconocí a uno <strong>de</strong> los

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