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estaba pálido como el <strong>de</strong> un muerto. Poirot continuó:<br />
—Usted se rió <strong>de</strong> que lord <strong>Edgware</strong> pudiera acce<strong>de</strong>r al divorcio. Usted creyó<br />
que yo iría a verle al día siguiente; pero poco <strong>de</strong>spués la fecha <strong>de</strong> entrevista se<br />
varió. Fui a visitarle aquella misma mañana, y él accedió a divorciarse. No<br />
había, pues, ningún motivo para que lady <strong>Edgware</strong> cometiese el crimen. Es<br />
más, lord <strong>Edgware</strong> me dijo que ya había escrito a su mujer en ese sentido.<br />
Pero lady <strong>Edgware</strong> <strong>de</strong>clara que no ha recibido semejante carta. O bien ella<br />
miente, o mintió su marido o alguien interceptó la carta. ¿Quién? Ahora me<br />
pregunto yo: ¿por qué se tomó la molestia míster Bryan Martin <strong>de</strong> venir a<br />
verme para contarme todos aquellos embustes? ¿Qué interés le movía a hacerlo?<br />
Creo que usted estuvo muy enamorado <strong>de</strong> esa señora. <strong>Lord</strong> <strong>Edgware</strong><br />
me dijo que su mujer quería casarse con un actor. Supongamos por un<br />
momento que eso es verdad, pero que la señora cambia <strong>de</strong> i<strong>de</strong>a, y que cuando<br />
llega la carta <strong>de</strong> lord <strong>Edgware</strong>, accediendo al divorcio, Jane Wilkinson se quiere<br />
casar con alguien que no es usted. He ahí una razón para que usted sustrajese<br />
la carta.<br />
—Yo, nunca... —dijo Bryan Martin.<br />
—Actualmente pue<strong>de</strong> usted <strong>de</strong>cir lo que le parezca, pero haga el favor <strong>de</strong><br />
aten<strong>de</strong>rme. ¿Qué pasó entonces por su cerebro; usted, el ídolo <strong>de</strong> la multitud,<br />
que jamás había conocido una negativa? Le cegó el odio y el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> causar<br />
a lady <strong>Edgware</strong> tanto mal como fuese posible. ¿Y qué mayor daño podía<br />
causarle que acusarla <strong>de</strong> asesinato?<br />
—¡Dios mío! —exclamó Japp.<br />
Poirot se volvió hacia él:<br />
—Sí; esa es la i<strong>de</strong>a que empezó a forjarse en mi mente. Varias cosas<br />
contribuyeron a reforzarla. Charlotte Adams tenía dos excelentes amigos, el<br />
capitán Marsh y Bryan Martin. Si alguno <strong>de</strong> ellos podía ofrecer diez mil dólares<br />
por la farsa, había <strong>de</strong> ser, forzosamente, Bryan Martin, porque era el único rico<br />
<strong>de</strong> los dos. Siempre me pareció fantástico que Charlotte Adams pudiese creer<br />
que Ronald Marsh poseería alguna vez diez mil dólares para entregárselos a<br />
ella, pues conocía perfectamente su situación económica. Bryan Martin era el<br />
único probable.<br />
—Yo no hice eso, se lo juro. No lo hice —dijo indignado el actor. Poirot<br />
continuó, sin hacerle caso: