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La Muerte de Lord Edgware

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muchacha. Al principio creí que era <strong>de</strong> <strong>de</strong>silusión, aunque luego comprendí que<br />

era <strong>de</strong> intranquilidad—. He sido una loca —dijo lentamente— al pensar que mi<br />

padre se creía amenazado por algún peligro; una verda<strong>de</strong>ra estúpida.<br />

Miss Carroll intervino:<br />

—¿Sabe usted, monsieur Poirot, que me ha dado un susto horrible hace un<br />

momento al <strong>de</strong>jar entrever que esa mujer había cometido un segundo crimen?<br />

Poirot no le contestó y habló a la muchacha:<br />

—¿Cree usted que lady <strong>Edgware</strong> es la autora <strong>de</strong> ese crimen, señorita?<br />

Ella movió la cabeza.<br />

—No, no lo creo; no me es posible imaginármela cometiendo un hecho así.<br />

Es una mujer muy..., muy... artificiosa.<br />

—Pues no comprendo quién más pue<strong>de</strong> ser —dijo miss Carroll.<br />

—Pue<strong>de</strong> no haber sido ella —arguyó Geraldine—, y, sin embargo, haber<br />

venido aquí, marchándose <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una corta entrevista. El verda<strong>de</strong>ro<br />

asesino pue<strong>de</strong> haber sido algún lunático que entraría más tar<strong>de</strong>.<br />

—Todos los asesinos tienen una <strong>de</strong>ficiente mentalidad..., <strong>de</strong> esto estoy<br />

segura —dijo miss Carroll—. <strong>La</strong>s glándulas <strong>de</strong> secreción interna...<br />

En aquel momento se abrió una puerta y entró un hombre, que se <strong>de</strong>tuvo,<br />

molesto.<br />

—Perdón —dijo—; no sabía que hubiese nadie aquí. Geraldine hizo<br />

automáticamente la presentación.<br />

—Mi primo, lord <strong>Edgware</strong>. Monsieur Poirot. No nos has interrumpido, Ronald.<br />

—¿De veras, Dina? —y añadió—: ¿Cómo está usted, monsieur Poirot?<br />

Trabajando para aclarar el misterio <strong>de</strong> nuestra familia, ¿no es eso?<br />

Traté <strong>de</strong> recordar. ¿Dón<strong>de</strong> había visto aquella cara redonda y apacible,<br />

aquellos ojos con pequeñas bolsas bajo ellos y el bigotito como una isla en<br />

medio <strong>de</strong> la extensión <strong>de</strong> la cara?<br />

¡Ah, sí! Era el acompañante <strong>de</strong> Charlotte Adams la noche <strong>de</strong> la cena en el<br />

cuarto <strong>de</strong> Jane Wilkinson. El capitán Ronald Marsh; ahora, lord <strong>Edgware</strong>.

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