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La Muerte de Lord Edgware

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Aquel joven se <strong>de</strong>dicaba, como distracción principal, a coleccionar porcelanas<br />

chinas, y nunca se había fijado en una mujer.<br />

—Estoy enamoradísima <strong>de</strong> él —continuó Jane—. Es completamente distinto<br />

a todos los hombres que he encontrado hasta ahora; parece un monje <strong>de</strong><br />

leyenda. A<strong>de</strong>más tiene un palacio maravilloso —se <strong>de</strong>tuvo un momento y<br />

siguió—: En cuanto me case <strong>de</strong>jaré el teatro para siempre.<br />

—Pero por ahora —dijo Poirot— lord <strong>Edgware</strong> es una barrera para<br />

todos esos ensueños.<br />

—¡Oh, sí!, y eso me vuelve loca —se inclinó pensativa—. Si al menos<br />

estuviésemos en Chicago, podría hacerle «<strong>de</strong>spachar» fácilmente; pero aquí es<br />

imposible encontrar un pistolero.<br />

—Aquí —dijo Poirot— creemos que todo ser humano tiene <strong>de</strong>recho a la vida.<br />

Se oyó un golpe en la puerta y entró un camarero con las ban<strong>de</strong>jas <strong>de</strong> la<br />

cena. Jane Wilkinson siguió discutiendo como si no hubiese nadie.<br />

—Claro que yo no voy a pedirle que le mate.<br />

—Merci, madame.<br />

—Yo pensaba que usted podría ir a discutir hábilmente con él hasta meterle<br />

en el cerebro la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l divorcio. Eso creo que lo lograría<br />

usted.<br />

—Me parece que exagera mi po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> persuasión, señora.<br />

—No; y estoy segura <strong>de</strong> que usted hará algo —se inclinó ávidamente hacia<br />

a<strong>de</strong>lante, con sus azules ojos muy abiertos— por mi felicidad, ¿verdad?<br />

—Me gustaría po<strong>de</strong>r hacer la felicidad <strong>de</strong> todo el mundo —dijo Poirot.<br />

—Sí; pero yo no le pido que haga la <strong>de</strong> todo el mundo; yo sólo pienso en mí.<br />

—Me parece que usted siempre ha pensado así —dijo Poirot, sonriendo.<br />

—¿Me cree usted acaso egoísta?<br />

—¡Oh!, no digo eso, señora.<br />

—Si antes he hablado así es porque no quiero ser <strong>de</strong>sgraciada. Lo único que<br />

quiero es que me conceda el divorcio o que se muera. En<br />

realidad -dijo pensativamente—, sería mejor que se muriese; así me vería<br />

antes libre <strong>de</strong> él —miró a Poirot, como si esperase su asentimiento—. Querrá<br />

usted ayudarme, ¿verdad, monsieur Poirot? —se puso en pie y cogió su blanco<br />

abrigo. Se oían voces en el corredor. <strong>La</strong> puerta estaba entreabierta—. Si usted<br />

no quiere...

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