Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Strand. Debía <strong>de</strong> ser justamente <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las doce. Comment?<br />
—Claro que sé que el capitán Marsh estuvo con los Dortheimer. Pero hay<br />
otras personas en el mundo, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong>l capitán Marsh.<br />
—Eso <strong>de</strong> llamarme testarudo no es muy amable por su parte, que digamos.<br />
Tout <strong>de</strong> méme, hágame el favor <strong>de</strong> hacer lo que le pido, se lo ruego.<br />
Colgó el aparato.<br />
—¿Qué te ha dicho? —pregunté impaciente.<br />
—Que la cajita <strong>de</strong> oro fue comprada en París. Se pidió por carta a un<br />
establecimiento muy conocido, especializado en objetos así. <strong>La</strong> carta procedía<br />
<strong>de</strong> una supuesta lady Ackerley y la firmaba Constance Ackerley. Naturalmente,<br />
no se conoce a ninguna persona <strong>de</strong> ese nombre. <strong>La</strong> carta se recibió dos días<br />
antes <strong>de</strong>l crimen. <strong>La</strong> supuesta firmante pedía que pusiesen sus iniciales en<br />
rubíes y la inscripción «París, noviembre» <strong>de</strong>bajo. Fue un pedido urgente, que<br />
<strong>de</strong>bía estar dispuesto para el día siguiente, o sea, el anterior al <strong>de</strong>l crimen.<br />
—¿Y lo fueron a recoger?<br />
—Sí; pero ya lo habían pagado anticipadamente por giro.<br />
—¿Quién fue a buscarlo? —pregunté excitado. Presentía que estábamos<br />
cerca <strong>de</strong> la verdad.<br />
—Una mujer, Hastings.<br />
—¿Una mujer? —dije sorprendido.<br />
—Mais oui. Una mujer pequeña, <strong>de</strong> mediana edad y con gafas. Nos miramos<br />
contrariados.<br />
CAPÍTULO VEINTICINCO<br />
UN BANQUETE<br />
Al día siguiente fuimos al banquete que daban los Widburn en el Claridge.<br />
Ninguno <strong>de</strong> nosotros dos sentía el menor <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> ir, pero aquélla era, por lo<br />
menos, la sexta invitación que recibíamos <strong>de</strong> mistress Widburn, y se trataba <strong>de</strong><br />
una mujer tenaz, a la que le encantaba sentar a su mesa a las celebrida<strong>de</strong>s.<br />
Impertérrita ante nuestras negativas, nos ofreció al fin que fijásemos nosotros