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La Muerte de Lord Edgware

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En nuestro idioma, por ejemplo, diríais que Jane Wilkinson tiene los sesos <strong>de</strong><br />

un mosquito; vive y se multiplica, ¿no? Eso, en la Naturaleza, es un signo <strong>de</strong><br />

superioridad mental. <strong>La</strong> adorable lady <strong>Edgware</strong> no sabe una palabra <strong>de</strong><br />

geografía ni <strong>de</strong> historia. Ni conoce a los clásicos, sans doute. El nombre <strong>de</strong> <strong>La</strong>o<br />

Tse le parecería el <strong>de</strong> un perro pequinés <strong>de</strong> precio, y el <strong>de</strong> Moliere, el <strong>de</strong> una<br />

maison <strong>de</strong> couture. Sin embargo, tratándose <strong>de</strong> escoger trajes o <strong>de</strong> realizar<br />

ventajosos casamientos y cuanto se refiera a sí misma, <strong>de</strong>muestra un talento<br />

formidable. A mí la opinión <strong>de</strong> un filósofo acerca <strong>de</strong> quién mató a lord <strong>Edgware</strong><br />

no me serviría <strong>de</strong> nada, ya que muy pocos filósofos llegan a ser asesinos.<br />

Pero, en cambio, la encantadora opinión <strong>de</strong> lady <strong>Edgware</strong> me podría ser útil,<br />

puesto que estando tan a ras <strong>de</strong> tierra conoce indudablemente mejor al ser<br />

humano en su aspecto más <strong>de</strong>spreciable.<br />

—Tal vez haya algo <strong>de</strong> verdad en eso —dije yo.<br />

—Nous voici —dijo Poirot—. Estoy <strong>de</strong>seando saber por qué quiere verme tan<br />

urgentemente miss Marsh.<br />

—Es un <strong>de</strong>seo lógico —contesté—. Tú mismo, hace un cuarto <strong>de</strong> hora, lo<br />

dijiste. Es el natural <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> ver a solas a un ser único.<br />

—Acaso fuiste tú quien la flechó el otro día —replicó Poirot mientras tocaba el<br />

timbre.<br />

Entonces recordé el rostro asustado <strong>de</strong> la joven cuando al salir <strong>de</strong> la<br />

habitación se <strong>de</strong>tuvo en la puerta. Me parecía ver aún aquellos ardientes ojos<br />

en el blanco rostro. Aquella mirada me produjo una gran impresión.<br />

Nos condujeron arriba y entramos en una pequeña sala Minutos más tar<strong>de</strong>,<br />

Geraldine se presentó.<br />

<strong>La</strong> intensa emoción que me produjo la primera vez que la vi se acentuó en<br />

esta ocasión. Era alta, <strong>de</strong>lgada, joven, <strong>de</strong> rostro pálido, con gran<strong>de</strong>s ojos<br />

negros <strong>de</strong> altiva mirada.<br />

—Ha sido usted muy amable, monsieur Poirot, al venir tan pronto —dijo—.<br />

Siento no haberle podido ver esta mañana.<br />

—¿Estaba usted acostada?<br />

—Sí; miss Carroll, ya saben uste<strong>de</strong>s, la secretaria <strong>de</strong> mi padre —recalcó—,<br />

ha sido muy buena conmigo.<br />

Había una nota <strong>de</strong> aversión en el tono <strong>de</strong> la joven que me preocupó.<br />

—¿Y qué es lo que puedo hacer por usted, señorita? —preguntó Poirot.

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