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casualidad —y añadió—: Bueno, ahora a trabajar; tenemos dos posibles pistas.<br />
—¿Cuáles?<br />
—En primer lugar, esa llamada telefónica al número <strong>de</strong> Victoria. Es probable<br />
que Charlotte Adams, al volver a su casa, quisiera telefonear para notificar su<br />
éxito; pero, por otro lado, ¿dón<strong>de</strong> estuvo entre las diez y cinco y las doce <strong>de</strong> la<br />
noche? Quizá estuviera citada con el autor <strong>de</strong> la farsa. En tal caso, la llamada<br />
telefónica no tiene importancia, pues sería simplemente a un amigo cualquiera.<br />
—¿Y la segunda pista?<br />
—¡Ah!, <strong>de</strong> esa espero más; se trata <strong>de</strong> la carta, Hastings, la carta a su<br />
hermana; pue<strong>de</strong> que en ella haya referido toda la broma, no juzgándolo como<br />
una falta al silencio prometido, ya que esa carta no sería leída hasta una<br />
semana más tar<strong>de</strong> y en país extranjero.<br />
—Ojalá fuese así.<br />
—De todos modos, no nos hagamos <strong>de</strong>masiadas ilusiones, amigo mío. Es tan<br />
sólo una probabilidad; por ahora <strong>de</strong>bemos dirigir nuestras pesquisas hacia otro<br />
lado.<br />
—¿A qué lado te refieres?<br />
—Sí; <strong>de</strong>bemos hacer un minucioso estudio <strong>de</strong> todos aquellos a quienes <strong>de</strong><br />
algún modo favorece la muerte <strong>de</strong> lord <strong>Edgware</strong>. Me encogí <strong>de</strong> hombros y dije:<br />
—Si no es a su mujer y a su sobrino...<br />
—Te olvidas <strong>de</strong>l individuo con quien ella quería casarse.<br />
—¿El duque? Pero ¡si está en París!...<br />
—Perfectamente. Pero no me negarás que es uno <strong>de</strong> los interesados.<br />
A<strong>de</strong>más, hay otras personas en la casa: el mayordomo, las criadas. Quién<br />
sabe los resentimientos que podían tener contra el viejo. Aunque creo que<br />
nuestro primer punto <strong>de</strong> ataque <strong>de</strong>be <strong>de</strong> ser Jane Wilkinson. Es una mujer<br />
astuta; tal vez ella pueda sugerirnos algo.<br />
Y una vez más nos dirigimos hacia el Savoy.<br />
Encontramos a la viuda ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> cajas, papeles <strong>de</strong> seda y <strong>de</strong> sillas sobre<br />
cuyos respectivos respaldos <strong>de</strong>scansaban algunos lindos trajes negros. Jane<br />
tenía una expresión absorta mientras se probaba otro sombrerito negro ante el<br />
espejo.<br />
—¿Usted por aquí, monsieur Poirot? Siéntese, es <strong>de</strong>cir, si es que encuentra<br />
algún sitio para hacerlo —y dirigiéndose a la camarera, dijo—: Ellis, ¿quieres