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<strong>La</strong> visita que recibimos la mañana siguiente fue para mí una <strong>de</strong> las cosas más<br />
sorpren<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> todo el caso.<br />
Estaba en mi habitación, cuando entró Poirot y me dijo con ojos brillantes:<br />
—Mon ami, tenemos una visita.<br />
—¿Quién es?<br />
—<strong>La</strong> duquesa viuda <strong>de</strong> Merton.<br />
—¡Qué cosa más rara! ¿Qué quiere?<br />
—Si me acompañas, mon ami, te enterarás.<br />
Me apresuré a hacerlo. Entramos juntos en la habitación don<strong>de</strong> aguardaba la<br />
duquesa. Era ésta una mujer pequeña, sin ser gruesa, <strong>de</strong> nariz enorme y<br />
mirada autocrática. A pesar <strong>de</strong> ir vestida <strong>de</strong> manera muy rara, tenía aire <strong>de</strong><br />
gran señora. También me hizo la impresión <strong>de</strong> que poseía gran personalidad.<br />
Si su hijo era negativo, ella era positiva. Su energía era enorme. Sentía yo<br />
corno las olas <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r emanaban <strong>de</strong> su persona. No cabía la menor duda <strong>de</strong><br />
que tal mujer dominaría a cuantos estuvieran en contacto con ella.<br />
Cogió los impertinentes y me estudió primero a mí, y luego, a mi compañero.<br />
Después le habló a éste. Su voz era clara y autoritaria, una voz acostumbrada<br />
a or<strong>de</strong>nar y a ser obe<strong>de</strong>cida.<br />
—¿Es usted monsieur Poirot? Mi amigo se inclinó.<br />
—Para servirle, madame la duchesse.<br />
Ella me miró.<br />
—El señor es mi amigo, el capitán Hastings; me ayuda en todos los asuntos.<br />
Los ojos <strong>de</strong> la duquesa reflejaban la duda. Luego inclinó la cabeza,<br />
asintiendo.<br />
—He venido para consultar con usted un asunto muy <strong>de</strong>licado, monsieur<br />
Poirot. Des<strong>de</strong> luego, todo cuanto le diga ha <strong>de</strong> tener carácter confi<strong>de</strong>ncial.<br />
—Perfectamente.<br />
—<strong>La</strong>dy Yardly me ha hablado <strong>de</strong> usted; por la manera <strong>de</strong> hacerlo y<br />
por la gratitud que expresaba, comprendí que es usted la única persona que<br />
pue<strong>de</strong> ayudarme.<br />
—Le aseguro que haré cuanto pueda, señora.<br />
<strong>La</strong> duquesa aún dudaba. Al fin, con un esfuerzo, entró <strong>de</strong> lleno en el asunto, y<br />
lo hizo con tal sencillez, que me recordó a Jane Wilkinson.<br />
Si Poirot se sorprendió, lo guardó para sí. <strong>La</strong> miró pensativamente y tardó un