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La Muerte de Lord Edgware

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normal, Eh bien, ahora me preguntarás que cómo aprovecho yo tu normalidad.<br />

Pues, sencillamente, viendo reflejado en tu pensamiento lo que el criminal <strong>de</strong>sea<br />

hacer creer a los seres normales. Como verás, me eres <strong>de</strong> gran ayuda.<br />

No entendía casi nada <strong>de</strong> lo que me estaba diciendo, y todo ello me parecía<br />

muy poco halagador para mí.<br />

—Me he expresado mal —añadió rápidamente—. Para ciertas cosas, tú<br />

tienes una perspicacia <strong>de</strong> la que yo carezco. Tú siempre me indicas lo que el<br />

criminal intenta hacer creer a la Justicia. Y como te he dicho antes, eso es una<br />

gran ayuda para mí.<br />

Le observé. Fumaba un cigarrillo y me miraba con gran benevolencia.<br />

—Ce cheri Hastings —murmuró—. No sé por qué siento tanto afecto por ti.<br />

Yo estaba contento, pero algo avergonzado, y <strong>de</strong>seaba cambiar <strong>de</strong><br />

conversación.<br />

—Bueno —dije—, vamos a discutir el asunto.<br />

—Eh bien —echó atrás la cabeza y cerró los ojos. <strong>La</strong>nzó lentamente una<br />

bocanada <strong>de</strong> humo—. Je me pose <strong>de</strong>s questions.<br />

—¿Sí? —dije ávidamente—. ¡Qué casualidad!<br />

—¿Tú también?<br />

—Claro —respondí. Y echando hacia atrás la cabeza y cerrando los ojos,<br />

dije—: ¿Quién mató a lord <strong>Edgware</strong>?<br />

Poirot se en<strong>de</strong>rezó y movió enérgicamente la cabeza.<br />

—No, no. Nada <strong>de</strong> eso. ¿Qué interés pue<strong>de</strong> tener esa pregunta? Eres como<br />

el lector <strong>de</strong> novelas <strong>de</strong>tectivescas, que se pasa el tiempo sospechando <strong>de</strong> cada<br />

uno <strong>de</strong> los personajes que aparecen en ella sin más razón que la <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>spistarle. Una vez, lo confieso, también lo hice yo. Pero fue un caso<br />

excepcional. Cualquier día <strong>de</strong> estos te lo contaré —hizo una pequeña pausa y<br />

añadió—: ¿De qué hablábamos?<br />

—De las preguntas que te hacías —repliqué secamente. Estuve a punto <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>cirle que mi verda<strong>de</strong>ra misión era procurarle un compañero ante el cual<br />

pudiera dárselas <strong>de</strong> listo. Sin embargo, me contuve. Ya que quería<br />

aleccionarme, lo mejor era <strong>de</strong>jarle hablar—. Vamos, empieza —dije.<br />

Era lo que esperaba la vanidad <strong>de</strong> mi hombre. Se echó otra vez hacia atrás y<br />

empezó:<br />

—<strong>La</strong> primera pregunta nos la hemos repetido ya muchas veces: ¿Por qué

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