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La Muerte de Lord Edgware

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—¿Es que <strong>de</strong>sea hablar particularmente con él?<br />

—No sé... —contestó lentamente.<br />

Era una contestación tan extraña, que le miré sorprendido.<br />

—Parece raro, ya lo sé —dijo sonrojándose—. Pero es que me ha ocurrido<br />

algo muy raro. Algo que no entiendo. Me gustaría conocer la opinión <strong>de</strong><br />

monsieur Poirot acerca <strong>de</strong> ello. No sé qué hacer...<br />

Estaba trastornadísimo.<br />

—Poirot ha ido a una cita —dije—, pero sé que piensa estar en casa a las<br />

cinco. ¿Por qué no telefonea a esa hora o va a verle?<br />

—Muchas gracias; me parece que iré. A las cinco, ¿verdad?<br />

—Sí; pero será mejor que antes telefonee —dije—; así sabrá con seguridad si<br />

ha llegado.<br />

—Muy bien, así lo haré... Muchas gracias, capitán Hastings; me parece que<br />

pue<strong>de</strong> ser <strong>de</strong> mucha importancia.<br />

Me incliné y me dirigí al sitio don<strong>de</strong> mistress Widburn estaba distribuyendo<br />

apretones <strong>de</strong> manos.<br />

Una vez cumplido mi <strong>de</strong>ber <strong>de</strong> cortesía, me dirigía hacia fuera cuando una<br />

mano me cogió <strong>de</strong>l brazo.<br />

—¿Es que no quiere saludarme, capitán Hastings? —dijo una voz alegre.<br />

Era Jenny Driver. Iba elegantísima.<br />

—¿Cómo está usted? ¿De dón<strong>de</strong> sale?<br />

—Estaba comiendo en una mesa cerca <strong>de</strong> usted.<br />

—Pues no la había visto. ¿Y qué? ¿Cómo le van los negocios?<br />

—Viento en popa. Gracias.<br />

—Esos «platos» que ven<strong>de</strong> usted, ¿tienen éxito?<br />

—Los «platos», como usted dice, se ven<strong>de</strong>n a montones. Bueno, sólo quería<br />

saludarle; ahora me voy, pues tengo mucho trabajo.<br />

Me fui paseando por el parque. Llegué a casa a las cuatro. Poirot aún no<br />

había vuelto. A las cinco menos veinte llegó. Los ojos le brillaban y parecía<br />

estar <strong>de</strong> un humor excelente.<br />

—Ya veo que has hallado el rastro <strong>de</strong> los zapatos <strong>de</strong>l embajador.<br />

—Se trataba <strong>de</strong> un ignominioso medio <strong>de</strong> contrabando <strong>de</strong> cocaína. A última<br />

hora estuve en un salón <strong>de</strong> belleza, y, por cierto, que había una muchacha que<br />

hubiese robado en seguida tu sensible corazón. Tenía unos cabellos castaños

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